El regaño de mi hija

El medio día de hoy, 15 de mayo, día en que entró en vigor el TLC con Estados Unidos, estuvo bastante agitado. Había marchas en el centro de la ciudad, protestas en las universidades públicas y de repente salta la noticia de la explosión de una buseta en la calle 74 con Avenida Caracas. Un sector donde empieza la zona norte de la ciudad. Camino obligado para cuando visito la zona de compra de equipos de computación, por ejemplo. Las redes sociales estaban a reventar con comentarios alrededor del tema. El denominador común era decir que por malo que fuera el TLC para el país nada justificaba que se recurriera al terrorismo como mecanismo para criticarlo, algunos con un poco de cinismo llamaban la atención sobre el hecho que en una tarde protestas no se podía reversar años de negociaciones. Alguien acertó a decir que matar a los pasajeros de un transporte público era atentar contra los más pobres de este país.

De repente el panorama cambió, apareció en escena el ex-ministro Fernando Londoño, que estaba herido, que lo llevaban a la clínica, que era un atentado contra él. Como suele suceder en los medios, con el protagonismo de Londoño, los cinco muertos y los veinte heridos pasaban a ser solo cifras, extras en la escena de la víctima mayor, el Dr. Londoño. Muy molesto escribí en mi perfil de Facebook: «Como son tan estúpidos, convertir a un tripleHP como Londoño en un martir es lo más idiota que se puede hacer…»

Rato después recibí una comunicación privada de mi hija en la que me decía que ese «post» era una «boleta» y me ponía un emoticón que indicaba que me miraba feo.

Y tiene razón Laura Uraske, lo políticamente correcto era condenar el atentado, dejar en claro que no apoyo ninguna forma de violencia, ni siquiera contra personas que me son tan antipáticas como el Dr. Londoño. Debí también pedir castigo a los terroristas que lo perpetraron, vengan de donde vengan. Y, obviamente, pedir la unidad de sociedad en contra de la violencia. Pero no lo hice.

No hice lo más adecuado a la situación, porque soy muy malo para las frases cliché y para las posiciones políticamente correctas, aunque condeno enérgicamente el uso de la violencia en general, y en particular el uso de la violencia como forma de hacer política.

Dice el dicho que no hay novia fea, ni muerto malo. Y de Londoño, aunque quedó vivo, es la víctima de este acto y por tanto no se puede hablar mal de él, es de mala educación y eso es uno de los elementos que me recuerda mi hija con su regaño. Dicen las últimas versiones que el atentado no ocurrió como se pensó inicialmente haciendo explotar la buseta, sino que estaba dirigido expresamente contra Londoño. El presidente Santos fue el primero en afirmarlo, más tarde el alcalde Petro dijo que el explosivo lo había puesto una persona sobre el capó de la camioneta que llevaba a Londoño, También dicen los últimos reportes de la inteligencia militar que una motocicleta habría seguido la caravana de Londoño y que el hecho que el atentado se hiciera hoy buscaba aprovechar las múltiples acciones que tenían que atender las autoridades, haciendo creer a la gente que el atentado tenía que ver con la inauguración de TLC.

A unos metros de lugar del atentado de hoy, hace como 15 años fue asesinado uno de los mentores de Londoño, el ex-candidato presidencial Alvaro Gómez Hurtado, las investigaciones posteriores mostraron que contra todo pronóstico al más importante líder de la ultra-derecha de entonces no lo mató la izquierda, sino la misma derecha en una maniobra por desestabilizar más al país, entonces ya bastante complicado por el llamado proceso 8.000. Teniendo en cuenta estos antecedentes, no sería de extrañar que este nuevo atentado contra una de las cabezas más visibles de la ultra-derecha actual tuviera el mismo origen en los oscuros laberintos de la caverna que es la derecha criolla.

Es curioso, por decir lo menos, que todos los más importantes representantes de la derecha uribista en sus cuentas de Twitter reclamaran ante todo que la reforma constitucional llamada el Marco Jurídico para la Paz no se aprobara esta tarde en el Congreso de la República y por tanto se hundiera por vencimiento de términos, como lo muestra la Silla Vacía. Curioso digo porque mientras que la mayoría de políticos estaban preocupados por la salud de Londoño y por el futuro de las viudas y los huérfanos que deja el atentado, a los copartidarios de la víctima solo parece interesarles tumbar el esperpento de ley que se termina de tramitar hoy.

El balance de la jornada es, como de costumbre fatídico para los más pobres, cinco muertos, entre ellos el chófer de la buseta, el conductor de Londoño y un policía de su esquema de seguridad, seguramente las otras dos víctimas fatales y los heridos son también personas comunes y corrientes, trabajadores que estaban en el lugar equivocado. Tampoco es nada beneficioso para la izquierda que venía avanzado mostrando capacidades de movilización noviolenta en acciones como las movilizaciones de los estudiantes del año pasado, la Marcha Patriótica o las declaraciones de esta mañana de los líderes de varios procesos sociales en Corabastos que desaparecieron de los medios bajo el peso de la «noticia del día». Al final del día, la única beneficiada con el atentado es la derecha que ha logrado unir la causa de la defensa del tratado con los gringos con el rechazo visceral que genera en la mayoría de los colombianos la violencia y, de ñapa, tiene un nuevo héroe Fernando Londoño, que se salvó del atentado y ahora tendrá nuevas razones para arremeter contra todo lo que se aleje de sus prejuicios político-religiosos y para garantizar la impunidad en el desfalco contra Invercolsa.

Scroll al inicio