La vida es como la yuca brava

La yuca venenosa es un alimento cotidiano de los pueblos amazónicos, además de sorprendernos con el milagro tecnológico que ha hecho esto posible por milenios, esta situación nos permite reflexionar sobre uno de los asuntos más fundamentales del pensamiento de nuestra cultura: el binarismo.

En nuestra cultura con frecuencia decimos muchos alimentos son un veneno: la carne, el azúcar, la sal, las grasas.

Pero esa afirmación suele ser metafórica, cuando decimos, por ejemplo, que el azúcar es un veneno, quiere decir que el consumo prolongado de azúcar en cantidades altas genera condiciones que deterioran la calidad de vida de las personas. A menos que uno tenga serios problemas de salud previos, no va a tener un coma diabético, por ejemplo, por comer una cantidad relativamente grande azúcar, puede pasar, pero es poco probable. El principal problema es el consumo recurrente.

Sería interesante preguntarle a los curripacos (y a otras comunidades amazónicas) que opinan de esa idea. Ellos comen veneno. La base de su alimentación es una planta que si uno se come una cantidad moderada una sola vez lo puede matar, dependiendo de la variedad y de las condiciones, el veneno está allí. La yuca brava (Manihot esculenta) es básicamente la misma especie que consumimos en muchas partes de América Latina, sin embargo muchas de las variedades amazónicas tiene niveles de elementos cianogénicos, como por ejemplo la linamarina .

La yuca es además la primera especie que fue domesticada en América, quién sabe cuántas personas murieron experimentado formas de usarla como alimentación. Después de unos 15.000 años, las comunidades indígenas de esa zona de mundo han logrado desarrollar una técnica que permite consumir la yuca de manera segura. Hace unos años estuve en el Guainía y presencié este proceso personalmente:

  • La yuca es rallada. De hecho los curripacos son los mejores fabricantes de rallos para yuca y eso les ha implicado un desarrollo enorme en matemáticas.
  • Usando un sebucán, una especie de cesta vertical que al ser templada a lo largo se comprime exprimiendo el contenido. A través de este método se separa el líquido de la yuca, de su parte sólida.
  • De la parte sólida se crean los dos productos base de la alimentación de los pueblos amazónica: el mañoco, una especie de harina de granos gruesos que se usa en líquidos, y el cazabe, una especie de arepas de más o menos un metro de diámetro que es la principal fuente de carbohidrátos de los indigenas
  • Lo que me sorprendió cuando estuve allá es que el «veneno» no se pierde, se deja fermentar y con él se hace una bebida

Sin embargo, el propósito de este escrito no es profundizar en los aspectos técnicos y científicos de la producción de alimentos con base en la yuca brava. El énfasis de este trabajo es resaltar el hecho que para los indígenas el concepto de veneno, no es el antónimo de comida. La yuca es brava, es un veneno, pero se transforma en la base de la alimentación.

Cuando le pregunté a alguien conocedor del tema que implicaba esta aparente contradicción me respondió: «Es que para los indígenas la vida es como la yuca brava«.

Bajo la «nuestra» cosmovisión (occidental, eurocéntrica, judeo-cristiana, patriarcal, colonial) las cosas son buenas o malas, son masculinas o femeninas, tienen que ubicarse en uno de lo extremos del binario. En la cosmovisión de los pueblos amazónicos la bondad o maldad de algo depende de la forma en que se trate, un veneno se puede convertir en un alimento.

El asunto no es de relativizar lo bueno y lo malo, es darse cuenta que el trabajo, la voluntad y conocimiento pueden transformar incluso el perjudicial veneno en aprovechadora comida.

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