Todos somos cómplices

Hace unos minutos asaltaron a la chica que iba sentada a mi lado dentro de un bus, le robaron el celular. Yo estaba sentado a su lado y no entendía lo que pasaba, siento mucha rabia de no haberla ayudado, mucho desconcierto por no saber qué hubiese podido hacer y también mucho susto, yo también llevaba mi celular en la mano y mi computador en la maleta, pero sobre todo mucha indignación porque siento que todos en ese bus fuimos cómplices del asalto.

Salí de taller en Bosa y esperé hasta que pasó uno de esos colectivos que vienen a Soacha con sillas vacías, el puesto vacío estaba en la primera fila al lado de la puerta. A mi lado iba una chica de unos 20 años. Yo me puse -como suelo hacerlo- a chatear y hablar por teléfono, reportando a mi equipo los resultados del trabajo, coordinando cosas para mañana, enterándome de las situaciones del día.

Al llegar al frente de la estación San Mateo colgué de la llamada que estaba haciendo y empecé a escribir un mensaje en una discusión de trabajo. La chica, supongo que sintió la misma confianza y estaba también chateando desde su teléfono, pero la verdad yo estaba tan concentrado en mis asuntos que no noté en que momento lo hizo.

Como de costumbre el colectivo se detuvo a hacer trancón en el carril central de la Autopista, esperando seguir lleno. Yo seguía en mi chat. De repente la chica grita, y vuelve a gritar, entonces institivamente bajo mi teléfono y miro. Un muchacho como de unos 25 años, bien parecido, con una chaqueta negra y jean, le sujeta las manos a la chica, ella grita sin parar. No sé que hacer. Pienso que es como el novio que le está haciendo una escena, el le dice «bájese, bájese!». Yo intento pensar qué se puede hacer, entonces veo él tiene en la mano derecha (cerca a mí) algo como una punta y la amenaza con eso, ella lo patea. El insiste «bájese!», de repente ella se calla, él la suelta y corre hacia el andén frente al «portal» de Transmilenio inagurado hace dos años que aun no se ha estrenado, se pierde en el gentío. Ella le alcanza a mandar un insulto: malparido!

En ese momento más de una docena de pasajeros que iban en el bus volvieron a existir, todo el mundo comentaba, justificaba su inacción. Yo estaba atónito, intenté hablar con la chica, le pregunté cómo estaba, me dijo que bien, que no valía la pena recibir un «puntazo» por el celular, que de todos modos no era muy bueno. Para entonces, conductor que había mantenido el vehículo convenientemente parquedado para facilitar el asalto había decido avanzar.

Cuando le dije a la chica que yo no entendía lo que pasaba, que si hubiera entendido podría haber hecho algo, el tipo que estaba sentado detrás de nosotros dijo «no hay nada que hacer» y ante mi inquietud explicó «la culpa es de la persona que va sentada ahí adelante, todo el mundo sabe que uno no se puede poner a chatear acá, ni el puente peatonal». Me dio mucha rabia, ahora la chica a mi lado no era la víctima sino la culpable por imprudente, seguramente también por ser mujer. «Es como el quinto incidente de estos que veo en 2 años, no se puede hacer nada». y para aclarar añadió «si uno tiene un revolver y se lo carga después se lo cobrar».

Para entonces ya habíamos llegado a mi destino y me bajé. Unas cuadras más y termino agarrado con el tipejo ese.

¿Cómo es que terminamos culpando a las víctimas? ¿qué es lo que nos hace humanos si no tenemos solidaridad? Actuamos como la manada de ñus cuando el león captura el más débil…

Claro yo no fui ni más valiente, ni más solidario que ninguno de los que iba en el bus, como todos fui cómplice del crimen, de la discriminación que por ser mujer sufrió esta chica. No hice nada, no hicimos absolutamente nada, la dejamos robar, contemplamos el espectáculo como si fuera en televisión y no se nos dio nada que un ser humano fuera agredido y degradado.

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