Había escrito esto para un grupo pequeño de personas, pero la dinámica de discutir, en especial con mis amigas trans sobre el tema, llevó a la necesidad de publicarlo. Bueno, acá está para todas y todos….
¿Quién soy?
Soy Silvia. Desde que era niño siempre tuve una enorme curiosidad por saber qué era ser mujer. Durante mi adolescencia, mi juventud y mi vida adulta he pasado muchas horas leyendo furtivamente sobre todo lo que tuviera que ver con mujeres que antes habían sido hombres, hombres que por ratos se convertían en mujeres y situaciones similares. Por décadas lecturas fueron en revistas y periódicos, pero después tuve Internet y accedí a más información y de mejor calidad. Siempre estas lecturas eran completamente clandestinas, realizadas en la oscuridad de la noche y la soledad absoluta, nunca discutí con nadie mis hallazgos, nunca pregunté lo que no entendía, nunca comenté directamente sobre el tema con nadie.
Mientras tanto viví una vida “normal” como varón. Hacía “cosas de chicos”, me interesaba por las chicas (de hecho, siempre me han fascinado las chicas y me siguen interesando), incluso participaba de la discriminación hacia los que no eran “normales”. Fui al ejército y luego a la universidad, aunque nunca llegué a ser el paradigma de lo masculino, siempre pasé por un hombre “normal”. Tuve algunas novias, algo de sexo casual con alguna que otra chica, me enamoré perdidamente varias veces, en especial de la que llegó a ser la madre de mis hijos. En medio de esto con alguna frecuencia resurgía la inquietud sobre ser mujer y el interés por los temas trans.
Desde muy joven me interesé en los temas sociales, me hice activista. Me identifiqué de corazón con la izquierda, aunque nunca participé formalmente de ninguna organización de la izquierda tradicional, más bien me involucré con las “nuevas izquierdas”, muy joven comencé a militar como ambientalista, eso me llevó al indigenismo y al feminismo, a la defensa de los derechos humanos y la lucha por la paz, a la exploración de la noviolencia y finalmente a terminar en lo que, para mí hasta entonces era una especie de secta extraña: los humanistas.
En 2015 se dio una de esas extrañas conjunciones de condiciones, el universo conspiró. Estaba dando clases y por fin estaba hablando de temas de género y transgénero, entre muchas cosas que me permitía la cátedra universitaria. Fui a vivir a Soacha, una ciudad estigmatizada como zona miserable, pero que me mostró muchas opciones y me sacó de los barrios de clase media donde había vivido casi toda mi vida. Por fin había dejado la compleja relación de codependencia con mi madre, cuando ella se fue a vivir a un asilo de ancianos. Mis hijos, ya ambos, son ahora mayores de edad y aunque aún tengo responsabilidades con ellos, las condiciones son otras. El trabajo en la universidad me daba no solo una cierta estabilidad económica, sino alguna libertad en el uso de mi tiempo.
¡Y pum! Ocurrió…
Un día tengo la oportunidad de probarme unos zapatos de tacón alto. Unos meses después empiezo a hacer experimentos de vestirme completamente de mujer. Pasé un tiempo en la exploración técnica, cómo se hace esto, cómo se hace lo otro. Mucho YouTube, compras, al principio muerto del susto, después con toda naturalidad, tranquila.
Pero no era suficiente. En pocos meses me involucré activamente en las organizaciones transgénero, primero en la Tranxtienda, un lugar donde algunos hombres van de vez en cuando a vestirse de mujer y salir a pasar la noche en bares. Más tarde empecé a participar en el GAAT, que empezó como un grupo de apoyo entre mujeres trans y ahora es una organización defensora de los derechos humanos de esta población. De las discusiones “técnicas” de la Tranxtienda, pasé a las discusiones políticas del GAAT.
Pero este proceso hace cuestionamientos aún más profundos a mi vida ¿Quién soy? ¿Para dónde voy?
¿Por qué escribo?
Recientemente tuve la oportunidad de viajar a Europa durante todo un mes, conocí España y Alemania, un sueño largamente aplazado que repentinamente se hizo realidad. Aprendí mucho, lo goce bastante, me permitió -como era el propósito central- poner mi vida en perspectiva y pensar mucho sobre lo que soy y lo que quiero hacer. Sin embargo, estuve aterrado todo el tiempo, tenía miedo que no me dejaran entrar, tenía miedo de no tener dinero, tenía miedo de no poder hablar bien alemán e inglés. Tenía miedo de todo, tal vez de nada importante, pero estaba asustado, todo el tiempo. Desde el vuelo de ida empecé a somatizar ese miedo en una tos que se agudizó con cierta alergia al polen primaveral y algunos cambios de clima.
Una noche en Berlín, mientras intentaba manejar los recurrentes ataques de tos que no me dejaban dormir, decidí buscar en mi teléfono el libro de Louise Hay, Usted puede sanar su vida, allí encontré que la mayor parte de los síntomas que me aquejaban están relacionados con dos cosas: por un lado, el miedo al cambio y, por otro, miedo a decir cosas.
Las cosas que tengo atragantadas por decir están en varios planos, unas pertenecen al ámbito mismo del viaje, pero eso son temas de otro trabajo que tendremos que hacer con mi mecenas y cómplice de este viaje y de la vida. Empero la mayor parte de las cosas que tengo por decir están en un plano más amplio, el haberme dado permiso de explorar mi lado femenino, de reconocer la mujer que habita en mí, ha generado una implosión en mi vida.
El aprendizaje técnico sobre temas como el maquillaje, el vestuario o los trucos para aparentar ser mujer es muy extenso; sin embargo, después que logras dominar lo básico empiezas a preguntarte otras cosas. La discusión política sobre los derechos de las personas trans, los mecanismos de inclusión en la sociedad y la urgencia de acabar con las formas de discriminación y violencia que nos afectan es de nunca acabar.
Pero a mí (y tengo la sensación que a muchas otras personas trans) me pasó algo más. Al decidir arrancarme la primera etiqueta que me pusieron en la vida: la de hombre, sentí una sensación de libertad infinita. Todas las demás etiquetas que marcaron mi vida (inteligente, gordo, torpe, etc.) perdieron sentido, se cayeron. El suelo bajo mis pies se desmoronó y de repente me encontré en el vacío total. Entonces me acorde del Tao, como lo había leído en Mitos Raíces Universales de Silo. El vacío como opción creativa, como forma de construcción de sentido.
Bueno, y más o menos por ahí ando… en el vacío.
Quiero hacer una maestría como forma de asegurarme la posibilidad de trabajar como docente universitario y había pensado escribir una tesis basada en estas ideas, pero en el viaje a Europa, en especial en algunas actividades en Madrid me surgió la idea de escribir un aporte (o como se llame) al Nuevo Humanismo. Supe de algunas contribuciones de personas que están trabajando en temas como el oficio del fuego, la noviolencia, la historia de las religiones o la perfumería.
Decidí escribir un aporte y no una tesis, porque así espero tener más libertad para expresar lo que siento sin limitarme a los parámetros académicos (aunque estoy seguro que me costará mucho dejarlos a un lado).
Tengo miedo que aceptarme y presentarme ante el mundo como una persona trans o queer me impida conseguir trabajo, o me genere exclusión o violencia en las calles, pero sobre todo, tengo miedo del rechazo que pueda tener por parte de mis hijos. Ser un maricón que se viste de mujer es una de las actividades más degradadas en esta sociedad moderna, colonial, cristiana, eurocéntrica, capitalista, patriarcal y ecodestructora, aunque, como muchas otras cosas degradadas, puede ser perdonable si logra crear un nicho de consumo.
Necesito escribir para exorcizar esos miedos, para entenderlos y desbaratarlos.
Necesito escribir para entender cómo es que lo andrógino pasó de ser algo sagrado y respetado, a una patología y una aberración en la medida en que el “occidente” se apropió del mundo. Cómo pasamos de ser contactos con lo divino, de ser dos espíritus a ser peligros sociales. Quiero entender el papel clave que lo andrógino tiene en la alquimia y otras ciencias antiguas.
Claro para eso también quiero recorrer un poco lo que pasa actualmente, el escaso conocimiento que se tiene sobre el fenómeno desde la cultura occidental, muy sesgado por los prejuicios patriarcales aplicados en la medicina y la psicología.
Tengo montones de información en mi cabeza, en mis computadores, en mis cuentas de Internet, pero sobre todo tengo miles de preguntas. Espero en esta investigación poder conversar sobre algunas de ellas con muchas personas, en especial con personas trans.
Tengo la sensación que este tema de la ambigüedad de género golpea duramente una de las bases más importantes de las religiones del libro: el dualismo. El binario bien y mal está íntimamente ligado al binario hombre-mujer, si no sigues la regla de ser hombre o mujer y transitas entre los géneros desafías no solo los estereotipos de género de la sociedad patriarcal, sino la idea misma de bien y mal.
Este es apenas un esbozo de lo que quiero hacer, aún no he empezado siquiera a hacer el plan de trabajo para mi investigación, lo escribí para contarle a un muy selecto grupo de amigos que empiezo este proyecto y para pedir de ellos sus ideas, regaños, aportes, orientaciones, consejos y todo lo que me quieran dar par
Soy Germán Bustos en su versión femenina. Sé que no soy una mujer, pero es mi forma humilde de reconocerme del lado de mitad de la humanidad que nuestra sociedad ha excluido. Ser Silvia es mi forma de estar del lado de las mujeres, de reconocer mi preferencia por muchas de las formas y roles sociales que tradicionalmente se las han asignado. Solo hasta que empecé a explorar mi lado feminino puede contectar de verddad con mi cuerpo