Acabo de leer en Las 2 Orillas una declaración de guerra que me tomo muy personal. He estado dudando en responder esto porque parece un planteamiento de los tiempos más oscuros del medioevo, pero creo que por eso mismo es necesario responderle.
Siento muy personal la amenaza, porque soy una persona que se ha formado en las ciencias y sabe que la evolución es el mecanismo natural a través del cual la vida ensaya en múltiples opciones de ser en el mundo. Me siento ultrajado porque estoy convencido que la supervivencia de la especie humana y de muchas formas de vida sobre este planeta está seriamente amenazada por los patrones de desarrollo que hemos seguido, que han generado fenómenos como el cambio climático y al megaextinción.
También me siento aludido, porque creo firmemente en que todos seres humanos tenemos derechos y estos surgen de nuestra condición de seres humanos, sin más. Y lucho cotidianamente porque todos y todas tengamos los mismos derechos humanos, sin importar lo que tengamos en medio de las piernas o en medio de las orejas, sin importar el color de la piel o dolor en el alma. Lucho en especial porque los derechos de los seres humanos sean efectivos para aquellas personas que por siglos se les han negado, a las mujeres por ejemplo que, aunque son la mitad de la humanidad, se les ha mantenido relegadas, a las personas con formas culturales y espirituales diferentes, a las personas con expresiones de su sexualidad diversas.
Me enoja mucho que me declaren la guerra por no ser como ellos. He estado en muchas búsquedas espirituales, tengo amigos y familiares que practican el catolicismo y otras formas de la fe y que son excelentes personas, que desde sus creencias alimentan la capacidad de acercarse a lo diferente, sin miedo y sin odio. He aprendido mucho de las búsquedas espirituales, con los indígenas, con el tabaco, con los humanismos, con muchos amigos.
Yo no soy quien para hacer debates teológicos sobre los dogmas de las personas que nos declaran la guerra, pero sé que al interior de muchas iglesias y otras expresiones de fe, hay quienes discuten con muy fuertes argumentos. Claro los planteamientos teológicos de muchos de ellos pueden ser manipulados para que terminen diciendo lo contrario como pasó con el padre Juan Jaime Escobar.
A Alejandro Ortiz y a los demás cristianos integristas que nos declaran la guerra les digo lo que ya Voltaire dijo hace más de doscientos años: «No comparto tu opinión, pero daría mi vida por defender tu derecho a expresarla». Porque nuestra lucha es una lucha por construir democracia y como dijo Bernardo Toro (que también es religioso), la democracia es un sistema político secular, es decir creado por los seres humanos que la tienen que vivir y soportar, por tanto, cambiable por ellos mismos: autofundada. La democracia es también un modelo incierto que siempre se necesita revisar para mejorarlo y nunca hay una fórmula ideal. Sólo se sabe que es un sistema complejo, que requiere que, múltiples miradas, intereses diversos, pensamientos encontrados, convivan y puedan desarrollarse.
Finalmente tengo que aceptar que me asusta enfrentar esta guerra y que no la voy a hacer, no voy a organizarme en las huestes que enfrenten a estos dogmáticos que quieren hacerse dueños de la verdad. Voy a seguir haciendo lo que vengo haciendo hace años, luchando mis luchas desde la acción noviolenta, como lo aprendimos de hombres profundamente espirituales como Henry David Thoreau, Lev Tolstoi, Mahatma Gandhi y Marthin Luther King. Buscando desde allí la paz, la equidad de los múltiples géneros, la diversidad de las culturas, el buen vivir, la abundancia de la vida y, sobre todo, el derecho a pensar diferente.
(Foto Víctor Valencia)
Fuente: Las 2 Orillas