Un texto que recibí recientemente me ha puesto a pensar en en las implicaciones de mezclar la religión en las acciones de desarrollo. Estas son unas primeras reflexiones que me suscita ese planteamiento. Espero que sean el comienzo de una reflexión más profunda y compartida.
Hace algunas semanas recibí un texto con un título que me extrañó: Ciencia, religión y Desarrollo. Me lo regalaron unas personas de la comunidad Baha’i de Colombia. Había conocido los Baha’i hace unos años cuando trabajé en para Coreducar SAT y supe que el SAT fue creado inicialmente por uno miembro de esta fe. Fundaec la organización que es responsable del SAT está conformada por un importante número de practicantes de esta religión. El asunto es que hace poco me llamaron y me pidieron que leyera este texto y les contara como me había parecido.
Mi experiencia
La verdad es que es probable que unos años atrás hubiera desechado el texto sin leerlo por el solo título, me hubiera parecido peligroso montarle el cuento religioso a las acciones de desarrollo, algo propio de sectas o de fanáticos religiosos.
Mi propia experiencia personal ha hecho que poco a poco haya cambiado mi forma de ver la religión y la necesidad de tenerla en cuenta cuando se trabaja con las comunidades. Mi formación muy racionalista poco espacio dejó para la idea de dios. Pero fue precisamente en mi proceso de formación donde me encontré con lo espiritual de una manera casi que inesperada.
La preocupación ambiental me llevó a la pregunta por el conocimiento científico del mundo y al descubrimiento que desde hace siglos la cultura que llamamos occidental ha separado los saberes espirituales de los saberes físicos del mundo, una especie de sincretismo que hace la Ilustración a la forma de ver el mundo medieval.
Este descubrimiento pronto me llevó buscar formas de conocimiento en las que no se separara lo espiritual de lo material y las encontré en las cosmovisiones de los indígenas. Mambeando coca y chupando ambil cambié mi forma de ver el mundo y sin buscarlo me reconcilié con la religión. Algún día me encontré sereno en una misa (de esas que a uno le toca ir por razones sociales), sintiendo una profunda conexión con lo sagrado.
En fin, el asunto es que ese proceso de acercamiento a lo chamánico desde el saber indígena me abrió una puerta para poder entender las necesidades espirituales de la gente, empezando por las mías. Mi acercamiento al Movimiento Humanista ha logrado complementar estas intuiciones.
De todos modos, de entrada me parecería muy preocupante hacer trabajo social proselitista para una religión o un credo en especial y muy delicado hacerlo teniendo en cuenta las diversidades en la fe.
El documento de los Baha’i
La hipótesis central del documento es que la religión es un sistema de conocimiento paralelo a la ciencia y que si no se tienen en cuenta los dos sistemas de conocimiento las acciones de desarrollo se pueden frustrar. Esto va complementado con la idea que la fe y la razón son compatibles contrario a lo que muchos opinan. Como metodología práctica para la acción el documento propone la educación, una educación orientada a desarrollar capacidades
A lo largo de los años he visto que la fe de muchas de las personas que hacen trabajo con comunidades es el motor que las mantiene trabajando y les da la energía para mantenerse aun en los momentos más difíciles, lo he visto con religiosos católicos, protestantes, también en lo poco que he conocido de los Baha’i. También he leído que la gran base social de organizaciones como Hamas ha sido construida con su constante presencia en los procesos de desarrollo. En otras palabras he constatado empíricamente que la fe puede mover montañas, como dice el dicho y por tanto el documento tiene razón a proponer esta dimensión como elemento clave en los procesos de desarrollo.
Pero quedan dos grandes preguntas: ¿Qué desarrollo? y ¿Qué religión?
Encontrar en la espiritualidad un motor para el trabajo cotidiano me parece una idea interesante y efectiva, como lo he comprobado y que tiene una visión más amplia del ser humano. Sin considerar esa dimensión espiritual, los seres humanos pueden volverse números en las estadísticas, réplicas del mismo problema a las que se les da la misma solución. Es más cuando no está la espiritualidad como mecanismo de orientación las acciones terminan siendo orientadas a satisfacer las necesidades del sistema dominante más que las de cada individuo.
Teniendo en cuenta que los Baha’í suelen ser bastante abiertos, no incluyen en su texto recomendaciones que, para mí, serían indispensables. Por ejemplo, que si se hace una acción de desarrollo motivada por la fe, se debe ser explícito y claro con las personas a quienes se ayuda (o con las comunidades en las que se interviene, para decirlo en términos técnicos) sobre cuáles son los propósitos de la intervención y que se espera de esa comunidad, con frecuencia las intervenciones desinteresadas tienen por objetivo la conversión de los receptores de la ayuda.
Los riesgos de mezclar religión con desarrollo
En la Amazonía colombiana, la intervención en las comunidades con motivaciones religiosas produjo grandes cambios sociales y llevó a muchas comunidades a la exclusión, la violencia y la pérdida de la identidad. En un ejemplo muy reciente de la forma en que fue invadido este continente con la cruz y la espada hace ya más quinientos años. Tanto católicos como protestantes han invadido la selva movidos por su fe pero en abierta oposición con la profunda espiritualidad de los pueblos originarios.
El realzar la espiritualidad y incentivar la fe como motor de la transformación social es definitivamente una forma incentivar la participación de la gente en sus propios procesos, pero corre el riesgo de generar factores de división y exclusión, en especial en las comunidades en las que las fes compiten por seguidores.
Sin embargo creo que hay que partir de la buena fe de quienes están dispuestos a ir a las comunidades buscando ayudarles en el proceso de desarrollo. Con acuerdos éticos claros, creo que es posible que desde una confesión de fe se trabaje honestamente y con respeto por todas las expresiones de la espiritualidad por mejor las condiciones de vida de las comunidades.
El asunto del desarrollo
Creo que un punto fundamental, es la concepción de desarrollo que se tiene. Me parece que la posición del documento sobre el tema es por decir lo menos ecléctica. El desarrollo, dicen ellos, fue una propuesta bien intencionada que no alcanza sus objetivos. La verdad yo soy de los que creen que el desarrollo fue un invento cuya principal utilidad fue la convertir a muchos países en «subdesarrollados» y poder intervenir en ellos en aras a establecer una «ayuda al desarrollo», que en la práctica es un sistema neocolonial. Arturo Escobar ha trabajado en este tema de manera muy amplia.
Ni la Revolución Verde, ni las propuestas de desarrollo en general pueden ser consideradas como desinteresados favores para con los países en desarrollo, de hecho algunos estudios muestran que las acciones de desarrollo con frecuencia son paternalistas, acomodadas a los intereses del donante y poco útiles para las necesidades de los receptores de la ayuda (ver).
Sin embargo el mantener una posición crítica ante la lógica desarrollista no implia quedarse en la inacción. Las necesidades de básicas de una parte importante de la humanidad están lejos de ser satisfechas y su atención no se puede postergar para ningún futuro mejor.
Lo que se suelen llamar acciones de desarrollo, orientadas a la solución de problemas acuciantes de supervivencia de la gente se debe desarrollar, pero esas acciones aisladas no pueden responder por sí solas a las necesidades y expectativas de la gente.
El plano de la acción por el desarrollo es solo uno de los planos de la acción, el siguiente plano es de la acción política en el que se la gente se empieza a apropiar no solo de las urgencias de las cotidianidad sino de la tarea de asumir la conducción de la sociedad.
Finalmente un cambio de fondo en los cambios necesarios es el plano de los cambios simbólicos, que también se podría llamar de restauración chamánica o reconstrucción cosmológica. Y acá volvemos a encontrarnos con la necesidad, casi que con el clamor, por la espiritualidad.
Creo que la acción en los tres planos debe ser simultánea y sinérgica, no se puede esperar a cambiar uno para cambiar los demás.