«Deberíamos ver Emilia Pérez, es una película sobre la redención de un narco mexicano que se vuelve mujer y deja a atrás su pasado para ayudar a hallar a los desaparecidos» Le dije a mi cómplice de aventuras cinematográficas, una mujer trans muy inteligente y sensible a temas sociales.
Y salió mal, muy mal…
Al final, no hay tal redención. A pesar de su interés en ayudar a las víctimas y de que Emilia diga que se siente bien haciendo el bien, toda su operación humanitaria termina siendo una fachada de su organización criminal, que al final la vemos volver a la acción en una grotesca danza de fusiles de asalto. Aunque ya antes habíamos visto a sus amigos narcos, corruptos, militares, políticos y empresarios lavar su dinero financiando la organización benéfica que Emilia creo para su obra humanitaria.
Las víctimas son solo objetos de manipulación en esa operación de lavado de cara que le permite a Emilia Pérez aparecer en los medios, dar discursos y volver a mandar, pero sin que pase nada. Sólo dos víctimas hacen algo: una le besa la mano en agradecimiento por su generosidad y la otra se acuesta con ella, después que le ha garantizado que su marido realmente está muerto, porque sí, era importante recordar que si están desaparecidos, por algo sería. ¿No? Para la película víctimas y victimarios son solo parte del coro que celebra las buenas acciones de esta mujer.
Tampoco hay un México, es solo una referencia lejana al estereotipo de un país donde el narcotráfico ha penetrado todas las estructuras del poder, no hubiera cambiado nada si el trasfondo fuera Colombia o Ecuador. El director y guionista Jaques Audiar declaró que no necesitó investigar sobre México porque ya sabía lo que hay que saber para hacer la película, la jefe de casting dijo que no encontraron en México talento para representar las protagonistas.
El resultado es una película que muestra un México estereotipado, plano, raro, sin ninguna referencia real y convincente de ese país y con unas protagonistas que hablan un español forzado, extraño, incluso incomprensible, en especial el de Selena Gómez, que parece no entender lo qué habla.
Pero, como personas con experiencias de vida trans, lo que más nos dolió fue la forma en que se aborda el tema trans. «Suena raro que un narco quiera salir del negocio de esa forma, los narcos usualmente preferirán primero que los maten a perder su virilidad» me había dicho mi amiga antes de verla.
Recordé muchas historias de personas trans que para mantener su fachada de hombres, muy hombres y evitar la violencia que les implica mostrar su lado femenino, se han refugiado en espacios muy masculinos como ser militar, bombero o policía. En efecto, en algún momento de la película el personaje de Emilia explica que si bien tuvo que volverse el más malo de los malos para sobrevivir, desde niña sabía que era una mujer; pero hasta ahí es una historia trans coherente.
Si en vez de convertirse en una mujer, el narco se hubiera hecho algunas cirugías para verse como otro hombre, la trama hubiera funcionado igual. Al convertirse en mujer no siente que la gente la mire diferente, no siente que su forma de relacionarse en la sociedad cambie, no siente discriminación, nadie la mira como bicho raro. No pasa nada. Simplemente es el mismo jefe de cartel que ahora vive feliz porque está renacida. Que el personaje sea trans únicamente le agrega morbo a la cinta.
Ante este estereotipo de la mujer trans que aparenta ser feliz, que aparenta ser buena, que aparenta haber dejado atrás el machismo y la violencia, lo único que parece fortalecerse es el prejuicio que las mujeres trans no deberían entrar a los baños de mujeres. Otra amiga trans en Instagram decía que es una obra bien intencionada de un señor europeo que dice estar haciéndole un favor a México y a las personas trans, logrando todo lo contrario, termina siendo un trabajo con una mirada colonial que exotiza a la Latinoamérica y las personas trans para mostrarles como la mirada colonial quiere que sean.
Tal vez por eso, la película está nominada a 13 Oscar, y ya ha ganado 82 premios incluyendo tres premios en Cannes y dos Globos de Oro. Algunos críticos la ven como un drama “criminal operático, único, provocativo, compasivo y atrevido”. También “cursi, disparatada y divertida de ver”. Es claramente un producto desarrollado para complacer el gusto de los críticos y conseguir premios. Y si la criticas, Karla Sofia Gascón te acusará de transfóbico y la fanaticada de Selena Gómez te linchará a pesar de que sea de sus peores interpretaciones.