La cultura, las ideas y la propiedad privada

En el debate sobre la acusación de plagio contra Catalina Ruiz-Navarro he encontrado poco material sobre lo que fue este plagio en sí y mucho sobre peleas personales. Pero el tema de fondo sobre la propiedad de las ideas y las formas en que como sociedad podemos reconocer el trabajo intelectual son el punto que vale la pena

Hace tiempos leo algunas columnas de Catalina Ruiz-Navarro. Suelen ser ricas de leer, apasionadas, firmes en sus posturas.

Me tiene sorprendido de una muchacha tan joven haga tantas cosas: es profesora universitaria (en la Tadeo y creo que en otros lados), hace columnas para El Espectador, El Heraldo, las 2 Orillas y ahora para Pulzo. Además trabaja en un proyecto que me encantó Hoja Blanca, una de esas ideas que me recrimino por no haberlas tenido.

En fin, tengo que aceptar que le tengo a esta peladita una admiración de esas que rayan con la envidia.

Hace unos días vi que empezó a escribir en el nuevo portal Pulzo, la primera columna era sobre la polémica feminista que se ha abierto desde la carta de Sinead O’Connor a Miley Cyrus. Pasé, no quería saber de ese tema más.

Pero después encontré una nota confusa sobre una acusación de plagio a Ruiz-Navarro. Al principio no entendía, pero después de un rato me encontré con un artículo en blog poco conocido de una persona que firma como Ensayista y en que acusa a la periodista colombiana de haber plagiado a la socióloga gringa Lisa Wade. Intenté buscar en el blog, el Twitter y el Facebook de Elsy Rosas Crespo la nota original con la que denunció, el plagio pero no la logré ubicar.

La nota de Rosas Crespo no ilustra mucho del cómo y el porqué del plagio, sino que se queda en un planteamiento que me supo a pelea personal entre las dos. Viendo el blog de la señora y su cuenta en Twitter, no se puede negar que la señora es algo ruda. Creo que el debate en Twitter y redes sociales ha sido bastante apasionado, poco se discute sobre los textos y mucho sobre las cualidades humanas de Catalina Ruiz-Navarro. Y lo hacen por igual defensores y linchadores…

El peor ejemplo del mal manejo de la información fue la nota que hizo Blu Radio, Néstor Morales y Felipe Zuleta pontifican sobre ética periodística, basándose en el documento de doña Elsy y en la nota en que Catalina acepta su error. No la llamaron, pero lo peor, no revisaron los textos, ni hicieron un investigación propia sobre en qué consistía el plagio. Zuleta con su tradicional misoginia pide al Espectador la cabeza de Ruiz-Navarro.

Como no encontré ningún análisis del plagio en sí busqué el artículo de Wade. Me pareció bastante obvio que Catalina se basó en el artículo de Lisa, aunque tiene una postura mucho más dura con O’Connor. Dice que ella escribió «una carta abierta que era más bien un regaño con todo y calvazo», concluyendo que con ese tonito «la infantiliza, la descarta como interlocutor, de la misma manera que hacen los hombres con las mujeres». Esa postura no la tiene el artículo de Wade que procura ser más «objetiva» o «científica». Las conclusiones de ambas son un poco diferentes Wade pone sus dos centavos en duda, no logra encontrar un espacio esperanzador en el que se pueda anunciar un verdadero avance. Ruiz-Navarro, más optimista, cree que hay que agradecerle a «Hannah Montana» la provocación que generó para el pensamiento.

Yo no sabría juzgar si la columna es un plagio, evidentemente no es un copy-paste. Ruiz hace aportes propios, tal vez no tantos como uno creería sin leer el texto de Wade, pero no sé si eso es un plagio. Hay algunos puntos que coinciden por completo las dos, peor no

La discusión de fondo acá no es si Ruiz-Navarro es un pobre niña a la que una vieja jodida se la montó o si es una gomela insoportable y descarada que hace de todo y probablemente siempre ha plagiado su trabajo. Al menos a mí esa discusión no me interesa. Tampoco me interesa cual será la sanción que merezca.

Me parece más importante el debate sobre la propiedad de las ideas y la forma en que todos los seres humanos las podemos usar. Recuerdo que a Augusto Ángel lo invitaron una vez a una discusión en la Universidad Nacional sobre el tema de los derechos de autor, cuando volvió, bastante molesto, me comentó que les había dicho que la única forma para que a uno no le «robaran» las ideas era no decirlas. Hablar, escribir, contar es poner en juego las ideas y los demás las usarán las repensarán. Dice Catalina Ruiz-Navarro en la segunda parte de su nota larga de disculpa que es así como creamos este enorme cadáver exquisito que llamamos “cultura”.

Por supuesto no voy a decir que está bien que se alguien presente el trabajo de otra persona como propio. Pero si creo que tenemos que revisar las normas específicas de reconocimiento del trabajo del otro y general las reglas con las que la sociedad reconocer el trabajo intelectual. Mientras predominen las actuales reglas seguiremos pensando que las ideas son «materiales» que son cosas escasas que se agotan y que generan riqueza cuando se acumulan y encierran.

Creo que eso es completamente falso, supongamos que se puede seguir pensando la economía de la escasez en las cosas materiales. Pero definitivamente en las ideas es el fluir, el concatenarse con otras, el contrastarse, cuestionarse lo que genera su riqueza. No siempre el que lo dijo primero es quien más aportó.

¿A quién tenemos que agradecerle este debate? ¿A Miley Cyrus por andar besando un martillo? ¿A la plagiadora Catalina? ¿A la censora doña Elsy?

Scroll al inicio