Resiliencia

Conocí la palabra resiliencia en los laboratorios de física de la Universidad Nacional mientras estudiaba ingeniería en los años ochenta. En uno de los experimentos de nuestras clases teníamos que estirar un resorte y dejarlo encoger de nuevo y comprobar su elasticidad. Aunque con frecuencia era difícil lograrlo en laboratorio, en especial con las torpes manos de unos primíparos aburridos que querían terminar rápido su asignación, idealmente los resultados deberían ser como en esta gráfica tomada de Wikipedia:

Tomado de la Wikipedia

Intentaré explicarlo en términos para seres humanos que no saben de matemáticas o ingeniería, es decir para la mayoría. En las abscisas (el eje horizontal) se dibuja la cantidad de fuerza que se le pone al resorte, llamada acá con la letra griega épsilon ε, mientras que en las ordenadas (el eje vertical) se registra la elongación o alargamiento que sufre el resorte para cada cantidad de fuerza, mostrado con la letra griega sigma σ. Entre más a la derecha me vaya en las ε quiere decir que estoy aplicando más fuerza. Directamente encima encontraré un alargamiento que logrará el resorte con esa fuerza en especial

En realidad, hay tres gráficas o mejor tres etapas:

  1. La primera parte, que se muestra con fondo verde, se le llama la zona elástica, allí las cosas funcionan según las describió un señor que se llama Hook, hay varios videos de YouTube que explican de manera sencilla. En estos casos el alargamiento del resorte es proporcional a la fuerza que se le hace, si le hago el doble de fuerza se estira el doble y, se espera que si le hago el triple de fuerza se estire el triple y así sucesivamente, siempre volviendo a la longitud que tenía al principio cuando le quitamos la fuerza que lo estiraba.
  2. El problema es que esa zona tiene un límite, hay una cierta cantidad de fuerza que hace que el resorte ya no vuelva a su longitud inicial cuando se le aplique, sino que se alargue un poco, quedando cada vez más “suelto”, en la medida en que más fuerza le aplicamos. No se rompe, pero pierde sus características iniciales. Esa característica se llama resiliencia y en la gráfica es la zona que tiene un fondo amarillo.
  3. Al final de la gráfica, hay un punto demarcado con una equis roja que muestra la cantidad de fuerza con la cual el resorte se rompe.

El concepto de resiliencia, dice el blog del Diccionario MacMillan empezó a usarse en los años 1620 (antes incluso que naciera Newton) en Inglaterra para significar la capacidad de rebotar, para la primera mitad del siglo XIX, ya estaba parametrizado y era una medida importante para los materiales para fabricar relojes, sabiendo que tan resilientes eran los relojeros podían hacer diseños más estables y menos ruidosos.

A mediados del siglo XX, cuenta el sitio de Etimologías se empezó a usar en un nuevo campo. El ecólogo canadiense-estadounidense Crawford Stanley Holling lo empezó a usar para explicar cómo los ecosistemas se recuperan después de una perturbación. “La resiliencia ecológica se refiere a la capacidad de un ecosistema para mantener funciones y procesos clave ante tensiones o las presiones, al resistirse y luego adaptarse al cambio. ref. Los ecosistemas resilientes se caracterizan por ser adaptables, flexibles y capaces de lidiar con el cambio y la incertidumbre” dice el sitio ReefResilience.org citando un estudio de ecología marina del 2005.

Recuerdo que tuvimos una discusión sobre este tema con Augusto Ángel Maya, mi maestro, cuando estábamos preparando su texto La trama de la vida, del que fui editor.

Dice el blog de MacMillan que el término también se usaba (en inglés) ya a comienzos del siglo XIX, para referirse a las personas o grupos sociales que son capaces de volver a estar “bien”, es decir saludables, felices y fuertes después de una enfermedad, un disgusto o una situación desagradable. Es saber rebotar cuando a uno lo aplastan. Sin embargo, yo sólo lo conocí como tal en el cambio de siglo.

En Colombia las víctimas de la guerra han sido el paradigma de la resiliencia, personas y grupos sociales sometidas a las terribles condiciones que les impuesto el conflicto armado, han logrado -como los resortes- estirarse mucho antes de reventarse y, como los ecosistemas, cambiar y adaptarse manteniendo sus funciones y procesos claves.

No se han roto, no se han reventado, no se han muerto, no han dejado de funcionar, pero son otros, la guerra cambia. La deformación del espíritu de quien ha sido sometido a las infamias de la violencia puede no ser en muchos casos muy notoria y permitirle vivir, pero no quiere decir que no haya pasado nada.

Yo he tenido la bendición de no tener que pasar por la guerra, apenas de refilón. Tal vez mi experiencia del cáncer el año pasado fue la que más “estiró” mi espíritu en más allá de los límites elásticos y me hizo sacar la resiliencia de donde no sabía que la tenía. No soy la misma persona, pero sobreviví.


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