Un manto blanco para la «para-política»

Esta nota se la envíe a una amiga muy querida con quien tenía el compromiso de encontrarme el 5 de julio y a quien no le cumplí por estar en la manifestación por el acuerdo humanitario.

Querida amiga,

Ayer te hice un desplante desagrable, cuando decidí permanecer en la manifestación contra el secuestro y no, como te había prometido, irme a almorzar contigo. Deja muy mal sabor incumplirle a alguien a quien uno quiere mucho, pero ante todo me siento mal por haber seguido en la manifestación.

Mi registro personal es muy similar al de Carolina Charry cuyo discurso se transcribe acá. Creo que tanto el caso de los once diputados muertos, como en general en el secuestro y la guerra en este país tienen dos grandes responsables: de un lado la guerrilla que por más de 40 años ha intentado cambiar el status quo por la fuerza, recurriendo con frecuencia a métodos como el ataque a la población civil, el secuestro o el terrorismo. Del otro lado, el estado y los poderosos de este país no solo han recurrido a los métodos represivos que les permite el «legítimo uso de la fuerza», sino que además han recurrido a todo tipo de métodos ilegales como el asesinato selectivo, las masacres y otras formas de terrorismo, no solo a través de las fuerzas armadas «legales» sino por medio de la privatización de la guerra sucia que son los paramilitares. Todos en Colombia sabemos que ambos bandos se han nutrido del narcotráfico, ambos matan, ambos cometen masacres, ponen bombas, son igualmente terroristas.

Lo que la prensa ha dado en llamar el «escándalo de la parapolítica» ha sido un asomo a lo que ya era inocultable, que políticos, en especial del grupo que apoya al presidente Uribe y paramilitares, han trabajado juntos por años para consolidar su poder y en regiones como la Costa y Antioquia han tenido mucho éxito. Lo que es más importante para tener en cuenta es que esos políticos son los mismos que venían gobernando en la región desde hace años, robándose los recursos públicos y apoyándose en un sistema electoral clientelista. De la guerrilla, en especial de las FARC se puede hacer toda una lista de seguramente tan larga como la de sus opositores. También han cometido masacres, han matado a las personas que se les oponen, en especial a líderes campesinos que simplemente «no les comían carreta». Podría gastar horas de análisis para mostrar lo inhumano de la guerra y lo inhumano de los actores que están involucrados en ella, en cualquiera de los bandos.

El asunto es que los costos de la guerra los paga el grueso de la población, la gente, el pueblo como se le quiera llamar. Hay más de tres mil personas secuestradas, muchos por razones económicas, es decir como forma de financiar a los secuestradores, otros está prisioneros por razones políticas como Ingrid Betancourt, Clara Rojas o los masacrados exdiputados del Valle. Finalmente hay prisioneros de guerra, desafortunada figura para referirse a los combatientes capturados por la fuerza contraria, en ella se incluyen los militares y policías colombianos, así como los tres gringos que tiene las FARC que no se sabe bien (probablemente nunca se sabrá) si son agentes de la CIA o simples mercenarios (o «contratistas de la defensa» como se llama ahora). Y es desafortunada la figura porque al reconocer prisioneros de guerra es necesario reconocer que la otra fuerza en combate, el gobierno colombiano, también tiene prisioneros de guerra, que para conveniencia del estado se llaman «presos políticos», etiqueta bajo la cual se pone también a civiles no combatientes que por sus ideas, su militancia en organizaciones de izquierda han sido privados de la libertad y acusados de delitos políticos.

Pero si solo hablar de los secuestrados y de los presos políticos nos pone ante una cuestión compleja, para entender la situación de unos diez mil o quince mil colombianos, qué pasaría si ampliamos el análisis y además tenemos en cuenta que la guerra ha dejado como cuarenta mil desaparecidos y más de tres millones de desplazados y por lo menos unos 70 mil muertos en los últimos 30 años. Para tener un punto de comparación los datos sobre la represión en Chile durante la dictadura de Pinochet refieren unos tres mil muertos y un número similar de desparecidos.

Casos como el del Palacio de Justicia, la masacre de Bojayá y ahora la muerte de los exdiputados son muestras patéticas del horror de esta guerra. En 1985, guerrilleros del M-19 se tomaron la sede de las altas cortes, como respuesta el ejército desplazó al presidente de turno y entró lo incendió y asesinó a todos los que se encontraban adentro, tanto rehenes como combatientes, los guerrilleros que salieron vivos, fueron desaparecidos, según las cifras, oficiales murieron al menos 53 personas incluyendo a los 35 guerrilleros. En 2002 Bojayá, un grupo de paramilitares se enfrentó a las FARC y usaron como escudo a la población civil, situando uno de sus puestos de ataque en las afueras de una iglesia en la que se habían refugiado los pobladores, las FARC lo atacaron con un mortero hecho con un cilindro de gas que impactó en la iglesia y produjo 119 muertos. En ese mismo año las FARC tomó cautivos a 12 diputados de la Asamblea Departamental del Valle del Cauca en un operativo en el que se hicieron pasar por soldados del ejército del gobierno, durante cinco años los mantuvieron cautivos, repentinamente hace una semana anunciaron que habían muerto casi 10 días antes en un ataque al campamento donde los tenían. La defensa que te ofrecen los actores de esta guerra , sean guerrilleros, paramilitares o militares, es que te matan para liberarte de quien te agrede.

Lo que pasó ayer es muy interesante, millones de personas se manifestaron contra eso. Al contrario de lo que dicen los medios no es la primera vez, en 1984 durante el gobierno de Belisario Betancourt millones de personas salieron a las calles a pintar palomas blancas para pedir la paz, en el camino al colegio de mis hijos (subiendo hacia La Calera), aun hay un sitio que se sigue llamando «La Paloma» donde aun se ve un poco de la paloma gigantesca que se pinto allí. En 1997 millones de personas acudieron a las urnas a depositar una papeleta en la que pidieron que cesara la guerra. Desafortunadamente estos actos no han tenido la potencia que se esperaba, la capacidad de cambiar las condiciones de la guerra no pareciera estar sujeta a los designios de la voluntad popular.

Pero si uno lee con mayor atención la situación se da cuenta que actos como el de ayer no fueron solicitudes de paz, mucha gente fue con esa intención pero desafortunadamente la mayor parte estaba pidiendo más guerra, muchos mensajes en las camisetas, en las pancartas ofrecían su apoyo a Uribe, el mismo que declaró en la televisión que las FARC eran los únicos responsables de la muerte de los exdiputados y el mismo que antes de la manifestación en Chaparral declaró «desmovilización o exterminio» para las FARC.

Como cuenta la persona que me manda el correo que va a continuación, muchas personas que insisten en el acuerdo humanitario fueron atacadas por otros marchistas. Lejos de contribuir a la reconciliación -que era lo que esperaba cuando decidí ir y promoví entre los humanistas que fuéramos- todo lo que pasó ayer contribuye a la polarización del país. Un tipo a quien le increpé porque llevaba un letrero de adelante presidente me acusó de asesino, es decir para los furibistas, si uno no está con Uribe está con las FARC.

Lo que hicimos ayer, los millones de colombianos que salimos, fue poner un blanco manto al escándalo de la parapolítca y darle un nuevo aire a Uribe que estaba empezando a perder popularidad. No nos podemos decir mentiras, millones de colombianos y colombianas ayer estaban pidiendo más mano dura, más firmeza, más guerra.

En los últimos años he hecho un gran esfuerzo por renunciar a todas las formas de violencia, como tú sabes siempre mantuve mis distancias con la violencia política, pero justificaba la rebelión popular. Apoyo el deseo de terminar la guerra, de acabar con prácticas como el secuestro, el asesinato, las masacres, la desaparición de personas, el desplazamiento forzado. Pero no voy a apoyar a un gobierno que ha promovido la violencia física a través de la guerra directa y del uso de paramilitares para ganar y mantener el poder, a un gobierno que promueve la violencia económica a través de políticas de privatización y tratados de libre comercio serviles, a un gobierno que usa la violencia de la censura para acallar las voces que lo increpan acusando a todo disidente de terrorista.

En medio del mar de pañuelos blancos muchas personas, como Carolina Charry, como nosotros, estaban pidiendo por parejo responsabilidad a todas las partes involucradas en la guerra, pero la multitud las abucheo, se les agredió. El acuerdo humanitario que permitiría la liberación de las personas privadas de la libertad por la guerra, esta ahora más lejos. En este lucha de arrogancias las FARC no van a acceder bajo la idea de perder terreno y Uribe tampoco va a ceder después de sentir el apoyo popular que muchos sí le brindaron. Ante eso siento uno una enorme solidaridad con Fernando Vallejo y hasta ganas dan de renunciar a la nacionalidad colombiana….

Germán

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