
Martha Teresa Buitrago Aceros es psicóloga comunitaria y docente de básica primaria en un colegio distrital de Bogotá. Nos conocimos en el taller de Arcadia 10, que organizaron la revista Arcadia, IDARTES y la Dirección de Diversidad Sexual de la Secretaría Distrital de Planeación. En la época en que pasé por el cáncer fue a visitarme y en una de esas visitas me entregó este texto.
Una noche de insomnio, a eso de las 2:30 a.m., no lograba conciliar el sueño por la noticia que había recibido el día anterior, me preguntaba: ¿Qué hacer para ayudar a mi amigo Germán?
Cumplió 51 años, recientemente, en este mes dedicado a las madres y a los maestros, profesión que también ha ejercido en diferentes universidades de Bogotá y de Tunja, enseñando temas relacionados con el medioambiente. Es Ingeniero Agrícola y Comunicador Social, nada nuevo. Él podría ser científico o astronauta. Sin embargo, las cosas cambian cuando es Silvia. La falda, sus leggins y blusa de colores claros y botines se empoderan de él. Sus ojos latinos los maquilla de azul embrujador, usa labial rojo y se pinta sus uñas de vino tinto. Tiene facciones suaves y su misma voz es de tono bajo y agradable al oído. De no ser por su barba pasaría inadvertido, no se notaría que es un hombre.
Cuando fui a saludarlo al hospital, en este lluvioso y húmedo mes de abril, de mi mente no se apartaba que conocí a un hombre profundo en sus cavilaciones y aportes y a una mujer encantadora. Me imaginaba que lo encontraría cabizbajo y melancólico debido a la quimioterapia que le están haciendo para contrarrestar el Cáncer del Mediastino, pero, me sorprendió gratamente verlo sentado allí en la camilla en el cuarto del hospital universitario como el amanecer en el verde vivo de las hojas del jardín de la casa de mis padres. Tenía puesta su bata de línea hospitalaria azul y limpia; en su cabeza ya no estaba el cabello largo y rizado que mostraba algunos hilos de nieve. En su rostro se denotaba esperanza y tranquilidad. Sus palabras resaltaron de alegría: “Vine a sanarme y estar bien”, seguramente sus pensamientos positivos serán contundentes en su tratamiento, aunque yo sé cuál es la tragedia por contener ese monstruo devorador de la metástasis.
Conocí a Germán en un curso de Escrituras Creativas en el que estudiaban algunos miembros de comunidad LGTBI. El ambiente aunque muy familiar y agradable, era exigente. Recibíamos las indicaciones e inmediatamente escribíamos y leíamos para ser corregidos entre todos. Aprendí de ellos que la discriminación por diferencias de orientación sexual e identidad de género solo se superará cuando todos nos demos a la tarea de conocer más sobre sus proyectos, sus fantasías, sus miedos, sus sonrisas diáfanas y sus sueños sinceros. Algunas historias de vida son realmente estremecedoras, como por ejemplo, en los casos de los hombres y mujeres transgeneros a quienes las cirugías practicadas y las hormonas — aplicadas para el cambio de sexo — son solo algunos de los aspectos con los que deben lidiar en busca de la sintonía entre su ser interno y su ser externo, —- intervenciones quirúrgicas y medicamentos que en varios casos traen consigo enfermedades físicas colaterales, como tumores y afectación de los sistemas vitales.
Me pregunto, si mi país ha podido evolucionar a mentes abiertas que como la mía, se sobrecogen del desconocimiento total de este mundo gay, tan lleno de elementos que no solo giran alrededor del sexo sino de la manera de ver las cosas y el mundo que enfrentan.
Para mí, fue una maravillosa oportunidad haberlos conocido personalmente, ya no por cuenta de los noticieros sino de primera mano, al compartir no solo sus historias, sueños de igualdad y proyectos de vida, sino también sobre la discriminación de la que los heterosexuales (“personas que nos creemos normales”) somos responsables en buena medida, junto a autoridades nacionales, en general, pero especialmente, la policía que los “persigue” aun en eventos en los que están legitimados como ciudadanos que son —- se supone que dichas autoridades están para protegerlos.—Su orientación sexual e identidad de género es diferente pero, no por eso, son seres humanos distintos. No son ni menos inteligentes, ni menos capaces. Me asombré al verlos tan guerreros para seguir adelante a pesar de tantas dificultades, de tantas injusticias y de la poca aplicación de las leyes.
German se viste como mujer, algunos días. Quiere explorar su propio lado femenino. Pero, por sus respuestas veo que no es por un juego de pasiones, no, es para poder mostrar la admiración que siente hacia la mujer. Un deseo interno que surge cada vez como esa ola del mar que acompaña el viento en su furor. De vez en cuando, asiste a reuniones de la comunidad LGBTI. Se reúne, periódicamente con la Fundación Grupo de Acción y Apoyo a la Persona Transexual (GAAT), uno de los colectivos que tienen representación en Bogotá y en donde además de ser escuchados y escuchadas reciben apoyo espiritual y palabras de fortaleza y unión, además, tienen como grupo, voz en la alcaldía mayor así como visibilización como seres humanos, sujetos de derechos. Germán, a pesar de que quiere ser una persona que lidera acciones de controversia social por su vestimenta de Silvia, eventualmente, tiene recelo a ser figura dominante. Es más, sólo en el segundo semestre del año 2015, salió del anonimato. Silvia solo estaba en su interior, era su más preciado secreto — cree— que desde que tenía ocho años de edad.
Cuando habla de su infancia, le brillan los ojos pequeños y expresivos. Vivió en el barrio Gaitán, durante once años, en la localidad de Barrios unidos, en Bogotá. (Venían de la Macarena, en el centro, sector que a la mamá no le gustaba por las aglomeraciones, quería que sus tres hijos crecieron en un barrio más tranquilo. Germán la describe como muy sobreprotectora). En su barrio, Germán era quien lideraba y organizaba los juegos de los niños con quienes compartía. “La lleva, Soldado Libertador, ponchados, quemados, a las escondidas,” el juego que fuera, la idea era divertirse sanamente y correr. Desde ese momento, ya no le gustaba el futbol ni ningún juego de contacto. Ni siquiera mira las secciones de deporte de los noticieros, prefiere apagar el televisor o cambiar de canal. Se inclina por los juegos mentales de palabras, sudoku o crucigrama o los de Rummy y en un tablero de parques. Para mantenerse en forma camina y hace ejercicios de calentamiento y de estiramiento.
Su educación primaria la hizo en una escuela del barrio. De estos años recuerda que no tomaba apuntes en sus cuadernos, se distraía con rapidez ante cualquier detalle, disléxico —— según su propio diagnóstico —— pero sus calificaciones eran magnificas. Sus estudios de bachillerato los realizó en el Colegio Andino, con las Deutsche Schulen (escuelas alemanas). Rememora que en los años 70, en Colombia había una política de otorgar becas a los mejores estudiantes de primaria y él fue citado para presentar las pruebas. De 2.000 estudiantes solo 30 de ellos obtuvieron excelentes resultados y entraron a estudiar. Se graduó teniendo un nivel alto en matemáticas, griego y latín y hablando alemán e inglés. Para él fue complejo estudiar en un colegio en el cual todos eran de clase alta y él era el pobre y el humilde, en su barrio era el “gomelo”, como le decían sus amigos. Hijo de padres artesanos que elaboraban avisos, sólo sobrevivían con el dinero que les daba su pequeño negocio.
Germán era un estudiante brillante en el colegio y allí se sentía privilegiado, pero con sus amigos del barrio se sentía culpable. Escuchaba continuamente la canción del grupo Los Prisioneros: El baile de los que sobran, en su aparte:
Únanse al baile, de los que sobran
Nadie nos va a echar de más
Nadie nos quiso ayudar de verdad
Nos dijeron cuando chicos
Jueguen a estudiar
Los hombres son hermanos y juntos deben trabajar
Le hubiera gustado que ellos, sus amigos y parceros, estudiaran allí mismo y compartir con ellos no solo sus estudios sino también sus juegos. Aunque se ha considerado un buen conversador, de hecho salpica sus charlas con anécdotas haciéndolas más interesantes, no tenía muchos temas de los cuales hablar con sus compañeros de colegio y por ejemplo, sus sitios de vacaciones influenciaban en su sentir, mientras él iba, si al caso, a Melgar, ellos se iban a los Estados Unidos o a Europa.
Su capacidad intelectual le llevó a la Universidad Nacional. No quiso seguir estudiando con ricos, no se sentía en su “salsa”, rechazó la beca que le ofreció la Universidad de Los Andes. No deseaba seguir con la discriminación social que tuvo durante su bachillerato. En cambio en la Universidad Nacional se sentía como “pez en el agua.”
Sin embargo, para Germán, este compartir social y educativo — entre ricos y pobres —- de su adolescencia, lo llevo a ser un “hombre anfibio” en su vida laboral. De reuniones para organizar estrategias ambientales en ONG en el sector elegante de Los Rosales podía viajar expectante y motivado hasta Ciudad Bolívar, al sur de Bogotá, a reunirse con un grupo de habitantes para liderar proyectos relacionados con la protección del medio ambiente, como por ejemplo, de educación en el uso y reutilización de elementos como plásticos y vidrios que no fueran a parar al Relleno Sanitario Botadero Doña Juana. Así es Germán, sencillo y humilde.
Son impactantes y profundos sus aportes sobre el tema que se esté tratando. Es un estudioso de la política, de las artes, de la diplomacia, del tema que se quiera desde que no tenga que ver con el odiado futbol. Un “voraz” lector. En definitiva, un erudito sin ostentación en sus razonamientos.
Este ingeniero de la Universidad Nacional y Comunicador Social de la Universidad San Alfonso fue docente de las universidades Jorge Tadeo Lozano, Javeriana, Nacional, UPTC, donde asesoraba tesis de Maestría Ambiental y la Central y una universidad más, La UNIMINUTO en donde dictó clases de Comunicación Social, haciendo de la docencia universitaria, una pasión a la que quisiera regresar pronto. Seguramente para sus estudiantes, Germán les era un profesor que les llamaba la atención por su versatilidad en el manejo de su conversación y de las clases así como por su postura crítica frente a los diferentes temas y proyectos que estuviera tratando.
También siente una especial y entrañable fascinación por la internet en la que ha trabajado desde los años 90 en producción de contenidos, estrategias de comunicación y desarrollo de páginas WEB.
En otro aspecto de su vida y más relacionado con el nacimiento de Silvia se puede decir que a Germán le gustaba sentirse mujer y en consecuencia, se vestía, se calzaba con tacones altos y se maquillaba, inicialmente con artículos de su mamá y quince años después de su esposa.
Mirando sus fotos de tres años atrás, cuando la enfermedad aún no había aparecido, me pude dar cuenta que esta es muy invasiva. De ser un personaje fornido, al que la vida parecía sonreírle ampliamente, pasó a ser una mujer delgada, que siguió conservando su barba, aunque a veces se la afeita, sus uñas pintadas y a veces, maquillada, mostrando una rebeldía innata. Al subirse a un bus, o aparecerse en sitios públicos impresiona, desconcierta y hace reflexionar a las personas. Algunas, la miran curiosamente, otras de soslayo con desprecio y otras más, bajan la cabeza.
Mientras estudiaba en la universidad formó una familia con una mujer Licenciada en Educación Tecnológica que conoció en el medio estudiantil. Junto a ella, le metieron “alma, vida y sombrero” a temas ambientales, de género y de educación. Tuvieron dos hijos, —- de los cuales habla con un gran cariño y en los cuales pensó antes de “meterse al closet y darle vida a Silvia,” —- basada en los valores del respeto y el amor y en donde también desarrollaba el rol de mujer tradicional en cuanto a hacer los oficios de la casa y estar pendiente de los hijos y por supuesto, salir a trabajar. Sin embargo, un día del año 1999, después de diez años, se acabó la armonía y se separó por problemas económicos. Se considera un pésimo gerente y eso lo lleva a pensarse como un “mal manejador” del dinero, que invariablemente lo ha puesto en una “catástrofe económica” con los problemas que se extendieron hacia su familia al no poder ser el proveedor que sus hijos y ex esposa esperaban.
Ese “fracaso” matrimonial lo sumió en la tristeza pero también fue la puerta que lo llevó a su casa en Soacha a donde se fue a vivir solo, después de pasar algunos años con sus padres, con quienes tuvo diferencias, especialmente, con su mamá, pues ella aun lo ve como a su “niño pequeño” a quien hay que proteger. Se quieren mucho, es un amor entrañable. (Ni su mamá ni su ex suegra conocen de su condición sexual.) Su nueva vivienda y soltería le permitieron “Meterse al closet” con mayor libertad y comodidad aprovechando los fines de semana para vestirse con la ropa de mujer que quisiera, a experimentar y aprender a maquillarse, a caminar “subido en los tacones”, en fin, a manejar aquellas cosas que hacen a la mujer más bonita y femenina. Fue en el año 2015 cuando se decidió a enterar al mundo al mundo de su gusto por vestirse como mujer, de darle vida a Silvia. Cuando me entrevisté con su hija, ella me decía que su papá solo les dijo a ella y a su hermano, que se encuentra en Buenos Aires, de su transformación en el 2016, pero, era evidente que había conductas Queer. En realidad, no hubo sorpresas y lo asumieron con madurez.
Retomando a Silvia, Germán no recuerda haber tenido la sensación de querer ser niña. Nunca pensó en ponerse senos, ni glúteos, por ejemplo; sencillamente, admiraba el cuerpo femenino y se preguntaba que sería ser mujer y por ello se vestía y calzaba como su mamá cuando podía hacerlo y se sentía bien. Quizá tuvieron una fuerte influencia y motivación en su sentir femenino, los artículos publicados en las revistas Luz, que su papá llevaba a la casa y que él secretamente leía ávidamente. Eran artículos sobre sexología, cultura trans y relato de casos prácticos sobre estos temas. Recuerda que le llamó la atención uno en especial, los Hijras, mujeres transexuales que son admiradas por los hindúes y que incluso, invitan a fiestas y reuniones para bendecir a sus familias a cambio de generosas propinas; sin embargo, también en este país los trans son discriminados en una no entendible contradicción.
German se considera un “Marica’ porque quiere sentirse como mujer y no porque le gusten los hombres, pero, no se niega a la oportunidad de tener una relación homosexual, “ya llegará el chico ideal”, se dice.
En ese experimentarse y sentirse como Silvia también ha vivido la discriminación del mundo.
De los diversos trabajos como ambientalista, desarrollador de páginas WEB y profesor de comunicación social pasó a no tener ninguno de estos. Por una parte, por motivos de su transformación sexual que a sus jefes no les fue fácil asimilar y por otra, debido a su enfermedad de cáncer. Alguna vez nos dijo, jocosamente, que en su cuenta de ahorros hacía mucho tiempo no veía sino a lo sumo cifras de 4 números en su saldo. Con sus pocos ingresos y la ayuda de sus amigos solo puede pagar el arriendo en un inquilinato, de una habitación de dos por tres metros, en la que caben su cama y una mesita de noche, su ropa femenina y masculina y sus apreciados y valiosos libros. En el edificio viven otras personas Queer como buscando en ese convivir, una sinergia en la que puedan protegerse de los ataques que vienen tanto de su mundo LGBTI como de otros seres humanos que desconocen su mundo.
La de Germán – Silvia es una historia Queer que ha sufrido la discriminación social y sexual represiva y desgastante, nada nuevo en nuestro país, de valores soslayados y aparentemente de mentes abiertas, que no dudamos en “declararle la guerra” a las minorías, en este caso, por su otra orientación sexual e identidad de género y que dentro de su misma comunidad aún se ve sesgado por cuanto ni es bisexual, ni transgeneros, ni gay, ni lesbiana. Las etiquetas o rótulos son lo de menos, lo relevante es el respeto y la igualdad de género escrita y promulgada en la Constitución Política de Colombia.
Espero con esta crónica, responderme a la inquietud ¿cómo ayudar a Germán? Y esto es, dando a conocer algunos aspectos de su vida en los que la esperanza y las ganas de vivir de Silvia son emocionantes y dignas de emular. Espero haberle podido contar a quienes me lean, cuanto valor hay en este ser humano llamado German y Silvia y con ello, llevar a que cada uno reflexione: ¿Es el ser heterosexual un aspecto valido y ético para juzgar al homosexual?
Termino con la canción LIBERTAD de Cristhian Chávez:
El silencio se va/ Junto a mí ya no está / El dolor se marchó / Y mi alma es libre del temor /
Comprendí que si estoy aquí / Es porque yo así lo decidí / Conocer y reconocer / Que nada es perfecto / Y el defecto es bello también.
Libertad, libertad /No voy a abandonar mis sueños /Libertad, libertad /Es tiempo de vivir sin miedo.
Yo solo quiero libertad /Y solo quiero libertad / Yo solo quiero libertad /Y solo quiero libertad. /Deja atrás el disfraz /Quema ya el antifaz / Tu destino es vivir /Y sentir dejando de fingir
Puedo amar, no hay oscuridad /Hay nuevos horizontes que buscar /Hoy mi fe me hace creer
Que tengo mil razones para tocar el cielo y gritar /Libertad, libertad /No voy a abandonar mis sueños /Libertad, libertad /Es tiempo de vivir sin miedo
No tengo que ocultar mi personalidad /Libertad, yo vivo en libertad /No me voy a frenar
Yo busco libertad /Vive y suena en libertad /Tú decides a quien amar /Hoy tu voz no van a callar /Grita fuerte, quiero escuchar)
Consultor en comunicación digital para la sostenibilidad, la equidad y la inclusión. Escritor, comunicador y educador. Con más de 27 años de experiencia realizando procesos de educación y comunicación estratégica y digital con comunidades, ONG y pequeñas empresas.