La indignación que ha causado a nivel general el conocimiento de las condiciones de cautiverio de los muchos secuestrados que las FARC tienen es una prueba más de la forma inhumana en que esta organización actúa. Igual indignación genera el saber que una fracción creciente de los congresistas que apoyan al presidente Uribe han llegado a sus curules gracias al apoyo armado de los paramilitares. Los colombianos y colombianas no podemos seguir permitiendo que la violencia de un bando, justifique los horrores del otro, es necesario un rechazo categórico a toda forma de violencia.
Las FARC mantienen cautivos a muchos colombianos, aunque las preocupaciones se centran en unos 50, llamados canjeables que son políticos, policías y militares, muchos otros están secuestrados con fines económicos. Adicionalmente las FARC actúan como ejército de invasión en las zonas en las que ejercen control territorial, usando la pena de muerte como mecanismo de “justicia”. Los ataques a poblaciones no distinguen entre la población civil y las fuerzas en conflicto, el uso de explosivos produce cientos de muertos de manera indiscriminada como ocurrió en Bojayá y en el club El Nogal. Las FARC siguen usando métodos terroristas, siguen reclutando menores, siguen minando campos.
Al mismo tiempo, los paramilitares han realizado genocidios, como ocurrió con la Unión Patriótica, cientos de masacres, asesinatos selectivos, muchos de ellos usando métodos espantosos como el de destrozar a sus víctimas con motosierras. La mayor parte de los tres millones de campesinos que han sido desplazados de sus terruños en Colombia han tenido que migrar a causa de los paramilitares. Todos estos crímenes los han cometido los “paras” usando como justificación los crímenes de las guerrillas y, supuestamente, para defender el estado colombiano. Recientemente se ha probado que muchos políticos en varias zonas del país han apoyado este proceso y han sido apoyados por las armas de estos asesinos para llegar a consejos, alcaldías y hasta el Congreso. Indigna de especial forma el declarado apoyo que han dado los “paras” al gobierno de Álvaro Uribe, que va más allá de las declaraciones y se ha concretado en el apoyo electoral armado a su coalición de gobierno.
Los discursos criminales de las guerrillas y de los paramilitares se justifican mutuamente. Unos y otros se dicen autorizados a comenter cualquier atrocidad porque dicen defender al país, al pueblo o a cualquier otro abstracto de la amenaza de los otros.
¡No más!
El rechazo a la guerra en todas sus expresiones es la única vía para no caer en el juego de los violentos, la manifestación del próximo 4 de febrero debe ser contra toda forma de violencia, contra todos los horrores de la guerra. No podemos seguir permitiendo que la guerra se autojustifique.
Que se sienten de una vez a terminar con esta violencia.