En una nueva bravuconada Álvaro Uribe salió a la media noche del jueves a pedir que el Congreso convoque unas nuevas elecciones para que sea re-reelegido. Como Fujimori, su modelo a seguir, Uribe busca perpetuarse en el poder usando cualquier posibilidad a su alcance. Como a Fujimori, lo más probable es que sea la misma clase política la que decida sacarlo.
Hoy en día Alberto Fujimori está en la cárcel acusado de una serie delitos que incluyen asesinatos y corrupción, pero él aun cree que podría volver a reelegirse, a pesar que muchos peruanos no quisieran volver a esa época oscura de fuerte represión interna y guerras con los vecinos (cualquier parecido con nuestra actual realidad es puro neo-fascismo).
Como decía Antanas Mockus hoy, él único camino decente para Álvaro Uribe es renunciar a la presidencia, pero con Uribe lo decente no cabe. Después que -a través del Comisionado de Paz- se intentó lavar las manos y contar el cuento del Llanero Solitario que solito llegó a la presidencia y que los políticos (con sus amigos paras), le chuparon rueda para llegar al Congreso. En otras palabras, en su ebriedad de poder Uribe cree que es él y solo él quien logra hacer las cosas, lo cual es malo para si mismo porque ya sus amigos (y cómplices) empiezan a desertar de sus huestes, cualquier parecido con Fujimori es pura repetición.
Hace poco Holmes, el ministro del Interior tuvo que renunciar porque ya su enorme bancada en el congreso no le responde ciegamente. Osaron a aprobar una ley que acepta que las víctimas de la guerra que vive Colombia, incluyen también a las víctimas de los actores estatales. Una verdad, o mejor un puñado de verdades, tan obvias que hasta algunos uribistas, podrían darse cuenta de ello: en Colombia hay guerra, esa guerra genera víctimas, los victimarios son la guerrilla, los paramilitares y los actores del estado (el ejército, la policía, el DAS…)
Claro, no hay que hacerse muchas ilusiones. No es que Uribe sea el malo y toda la clase política haya estado bajo su embrujo aterrador y ahora empiezan a despertar. No. Es un tema de repartición del poder, Uribe ha sido muy efectivo en el manejo del mismo en este tiempo, ha cumplido con su proyecto, pero está dejando por fuera cada vez a más gente, incluso de los propios, algunos han muerto en lo que parecieron accidentes, como el tenebroso Pedro Juan Moreno. A otros simplemente los deja por fuera de las prebendas burocráticas como le pasó a Yidis Medina.
Cada día más los adalides que alguna vez lo defendieron se le alejan mucho más. No solo es el caso de Pastrana, sino de personajes como Germán Vargas Lleras, que se cree a si mismo con títulos de heredero al trono y está dispuesto a empujar para que le dejen su puesto en la fila de aspirantes presidenciales, pero que por el momento se escabulló de la arena política colombiana para no tener que tomar posiciones y después poder aparecer como salvador cuando se derrumbe el coloso de pies de barro.
El fin de la era Uribe se ve tan parecido al de Fujimori que las preguntas son si se asilará en Estados Unidos o en otro país y si tendrá que renunciar antes o después de su tercera reelección.
Pero viendo a todos los otros preparándose para que todo cambie de tal manera que todo siga igual, la pregunta de fondo debe ser cómo construir alternativas de verdad.
Cuando caiga Uribe (y va a sonar duro cuando pase), seguro que muchos Germán Vargas, César Gaviria, Carlos Holmes y demás politiqueros, que no se diferencian mucho de Uribe en los aspectos fundamentales, saltaran a convencernos que ellos si son la salvación de Colombia y que con ellos las cosas si cambiarán, así simplemente se volverá a «lo mismo que antes».
¿Dónde quedan las alternativas?