Hace días tengo un montón de ideas que me vienen dando vueltas. Temas relacionados con ética, consumo, dinero, con la forma en que actuamos en el mundo más allá de nuestro ámbito más inmediato. Aunque tengo un montón de cosas por decir y más elementos por presentar, voy a comenzar (lo que espero sea una serie de publicaciones) con una reflexión sobre la Coca-Cola.
Hace unos meses me contactaron unos consultores mexicanos, a nombre de Coca-Cola, querían usar el material sobre el Símbolo de Paz de Budapest que publiqué en el sitio de Paz, Fuerza y Alegría, a mi no me gustó la idea, pero decidí consultarlo con mis amigos humanistas de Colombia y con los protagonistas del Símbolo, los humanistas húngaros, la votación tuvo un resultado estrecho, la mayor parte de los humanistas colombianos querían que se permitiera la publicación, pero una ligera mayoría sobre todo con los húngaros, se opuso. Escribí a México negando mi permiso a reusar nuestro contenido.
Hace pocos días en Colombia apareció una nueva publicidad de Coca-Cola en la que se acude a los clichés del optimismo para dar razones para pensar en un mundo mejor es posible. Yo estoy de acuerdo con eso: es posible y se está construyendo un mundo mejor…
Pero no porque se fabriquen más peluches que tanques,generalmente en condiciones salariales de explotación, sino porque cada día más se desmonta la conscripción en más países y las leyes reconocen el derecho a la objeción de conciencia, como pasó recientemente en Colombia.
Y aunque soy una persona que orgullosamente está criando un hijo y una hija, no creo que eso implique hacerme el de la vista gorda con el tema del calentamiento global. De hecho estoy convencido que el tema del cambio climático se debe trabajar con seriedad cambiando los modos en consumimos y desechamos las cosas, no descalificándo la investigación como pesimismo.
Sobre el comercial de Coca-Cola hay un interesante análisis que hace Víctor Solano en su blog, en el que señala dos cosas claves, uno que el optimismo siempre es posible con el juego del vaso medio lleno o medio vació y dos que sabiendo usar las estadísticas se puede demostrar muchas cosas, pero eso no quiere decir que haya correlaciones reales.
Finalmente tengo que decir que hace más de 20 años no me tomo una Coca-Cola, ni ninguno de los productos de esa corporación. No soy fundamentalista en el tema, no le quito el saludo a mis amigos que toman Coca-Cola, ni obligo a nadie a no hacerlo (a menos que yo pague la cuenta). ¿Por qué? porque creo que es la forma de ser consecuente, no me gusta lo que las grandes corporaciones le hacen a este mundo, no me la paso tampoco quejándome pero no creo que el poco dinero que invierto en el consumo lo deba poner en las corporaciones que critico.
El boycott a los productos de las grandes corporaciones es uno de los elementos más poderosos que tenemos como ciudadanos, yo lo ejerzo con empresas como Coca-Cola, Nestlé, McDonalds y Nike. Ya a comienzos de los años 60s Martin Luther King Jr. había invitado a los habitantes de Memphis a hacerlo. Es un arma de la noviolencia.