Hace un par de semanas andaba en la onda «`país de mierda«, con una enorme desilusión por los resultados del plebiscito. Todo lo que ha pasado en estas dos semanas me ha devuelto la esperanza y creo que, en perspectiva, el plebiscito salió bien.
Cuatro razones:
- El SÍ perdió, pero por un margen tan estrecho que los del NO tampoco pudieron cantar victoria y aunque nadie ha hablado de empate técnico, la verdad nos hemos estado moviendo en esa lógica
- Creo que a muchos de los apáticos, que no votaron y que no le encontraban mucho sentido al proceso de negociación, esta situación los ha acercado a la reflexión sobre el proceso y sobre el futuro del país
- Se generado la oportunidad de sacar la discusión del acuerdo de las élites (la élite del gobierno y la élite fariana) y se le ha metido pueblo a la discusión, es probable que con algún nuevo pacto de élites mucha gente se desmovilice (por ejemplo, los estudiantes activistas), pero como el 91, ellos podrán sacar pecho por su logro. Vamos a ver hasta donde nos aguanta la cuerda (a ellos y a nosotros).
- La más importante, aunque la más improbable es que se logre vincular al mismo acuerdo al brazo civil del paramilitarismo, encabezado por Uribe, que lo más claro que ha dejado en el post-plebiscito, es que lo que les asusta es que se haga justicia. Sus quejas contra la impunidad de las FARC son una forma de solicitar la propia. Pero bueno, ese es el espíritu de la negociación, ceder un poco de justicia a cambio de reconciliación y fortalecimientos de la democracia. Si los parapolíticos (y los paraempresarios) se mostraran más propensos a desbloquear el acuerdo, a cambio de su cuota de impunidad se podría alcanzar la paz rápidamente.
Claro, en todo caso van a persistir en sectores de la población la idea de que estamos condenados a la guerra y que es imposible salir, en muchos que uno u otro bando son unos hijos de puta imperdonables y otras cosas propias de un complejo proceso como éste.
Con la ñapa de las mentiras y los enredos que la extrema derecha le metió a la votación del plebiscito, de los cuales hay dos que me preocupan en especial. Uno la descalificación del saber y los sabedores indígenas a quienes han asociado con el diablo. Y el más complicado, la tal «ideología de género» que Ratzinger se inventó para descalificar y atacar siglo y medio de avance de los derechos de las mujeres y medio siglo de construcción de derechos de las personas con identidades sexuales diversas.
Ante la lucha que nos espera por mantener los avances de la diversidad (estoy hablando de ambas cosas y otras), la lucha por consolidar el acuerdo de paz va a parecer un asunto pequeño.