Quiero vivir el segundo tiempo de mi vida haciendo las cosas que realmente me gustan. Escribir es una de ellas. He decidido arriesgarme a hacer literatura, estoy trabajando en escribir un libro, tengo planes para otros. También quiero tomar en serio los blogs que hace tiempo comencé, pero no he mantenido. Además, estoy montando una agencia de escritura.
En enero de 2018 enfermé, tuve que ser hospitalizado. Me diagnosticaron un cáncer, linfoma de células grandes en el mediastino. He pasado gran parte del año en tratamiento o en convalecencia en la casa, para volver a quimioterapia. Aunque el tratamiento no ha terminado, estoy mucho mejor. Quedan exámenes y procedimientos por hacer. Sin embargo, quiero empezar a jugar el segundo tiempo de mi vida.
He dedicado mucho tiempo a pensar mi proyecto de escritura, a diseñar su funcionamiento, compré unos dominios y estoy estructurando varios sitios web. Quiero que la mía no sea una casa de herrero donde el cuchillo (o el azadón) sea de palo. Estoy montando una agencia de escritura, de producción de contenidos. Se llama La Palabrería, el taller delas palabras. Para ser coherente con la idea de vender servicios de escritura necesito mostrar lo que escribo.
Por años he hecho mucha escritura «técnica»: ensayos, proyectos, informes, manuales. He ayudado a varias personas a terminar sus trabajos de grado, he dirigido algunos, he evaluado otros.
Escribo también textos periodísticos, menos de los que quisiera, pero unos cuantos. Una reseña mía sobre una película está nominada a un premio.
Hace poco he empezado a incursionar en la escritura creativa. Estoy feliz contando historias. Ya tengo un par de ideas de novelas que estoy empezando a esbozar. El año pasado uno de mis relatos fue finalista en un concurso.
Pero además he descubierto la capacidad terapéutica de la escritura. Mi primer libro es una catarsis de los procesos por los que he atravesado los últimos años, de los cuales el cáncer es sólo uno más.
Me han retado. El desafío consiste en escribir, en comenzar de una vez el proyecto de vivir de lo que me gusta hacer. Tengo tantas ganas de iniciar el segundo tiempo de mi vida que acepté el reto sin pensarlo demasiado, sin medir las consecuencias, como dicen los jóvenes: sin mente. Es más, no sólo acepté el reto, sino que se lo conté a muchas personas en mis redes sociales, así que ahora no solo tengo un compromiso con una persona, sino con el público.
Como tantas otras cosas en este periodo, las respuestas han sido milagrosas. Algunas personas me sugieren que no pregunte qué escribir. Qué escriba para mí y simplemente deje disfrutar mis letras a los demás. Agradezco muchísimo este consejo, me encanta hacer eso: escribir lo que me gusta, sin pedir permiso, sin esperar nada, pero esta es otra cosa. Quiero ver mis propios límites en el proceso de escritura. Quiero mostrar que tan versátil y efectivo puedo ser. Quiero poder construir interlocuciones, esforzarme en construir textos que nunca había intentado, en hablar de temas sobre los que no he reflexionado.
Un grupo importante de personas me pidió mayor contexto. ¿Para qué medio es? ¿Para qué público? ¿Quiénes serán los lectores? En general respondí con evasivas porque no quería viciar las respuestas. Algunas personas se enojaron porque no les daba una respuesta concreta. Otros me mamaron gallo y me propusieron temas absurdos (que igual se podrían intentar). Y no faltaron los que decidieron ignorarme.
Otras personas me han llamado la atención sobre el riesgo que implica, para la calidad de los textos, redactar tantos documentos en tiempo tan corto. Es cierto, dejar fermentar un rato el pan mejora su calidad. Así que confieso que haré una trampa. No voy a escribir todos los textos desde cero. En algunos casos usaré borradores que ya tengo avanzados. En otros trabajaré desde notas de investigación que he hecho. Y claro, habrá muchos que trabajaré desde cero, a partir de las sugerencias del público.
Finalmente, hay un conjunto de personas que me propuso temas muy concretos. Los he organizado en tres grandes grupos. Primero hay algunos temas muy personales: la vivencia de la noviolencia, mi construcción de identidad, la consciencia del cuerpo y la complejidad de las relaciones. Muy cercanos a unas ideas más «filosóficas» como mi postura frente a la concepción binaria del mundo. Otros me piden temas de política y activismo como hablar de la corrupción, la crisis de la educación o el avance de la derecha. También hay unos pocos que me piden hablar de temas profesionales de la comunicación, en especial la digital, la estratégica y la que propende por la transformación social.
Son tantos temas tan diversos, tan complejos que definitivamente constituyen un reto más grande de lo que esperaba y tal vez más loco. Una buena forma de comenzar el segundo tiempo de mi vida. Y sigo recibiendo propuestas.
Mañana, el segundo artículo.