Hace una semana, el prestigioso abogado Ramiro Bejarano publicó su habitual columna en El Espectador bajo el título «Ambientalistas extremos», las descalificaciones que hace de todas las expresiones del ambientalismo generaton airadas reacciones de varios sectores del ambientalismo. Hoy Bejarano vuelve lanza en ristre contra el ambientalismo, sin moverse un ápice de su postura a pesar de los cuestionamientos que surgen debido a los intereses de su cónyuge en temas mineros.
Ramiro Bejarano Guzmán es uno de los columnistas más conocidos en Colombia, desde su columna Notas de Buhardilla que cada domingo publica en el diario El Espectador hace análisis muy interesantes y valientes de la realidad nacional. En general, suele ser un modelo a seguir por la forma en que aborda los temas. Sin embargo, en las columnas de las dos últimas semanas se ha visto otro Bejarano, el que defiende los intereses de las compañías transnacionales de la minería a nombre del desarrollo.
El 26 de octubre Bejarano publicó su columna con el título Ambientalistas extremos, denuncia y descalifica a los ambientalistas por paralizar el desarrollo del país, meterse en todos los temas e impedir el avance de la minería, las carreteras y las hidroeléctricas otros proyectos de «desarrollo»..
Afirma don Ramiro: «En Colombia el nivel de zonas restringidas o prohibidas por razones ambientales supera el 50% del empobrecido territorio, y aunque suenan las alarmas del desabastecimiento energético, a los extremo-ambientalistas, les parece que hay que crear más parques naturales«. Esta es una verdad a medias, un poco más del 10% del territorio nacional ha sido declarado como zona de reserva en varias de las categorías de los parques nacionales y otras áreas son protegidas por entes territoriales e incluso por privados que buscan que una parte de sus fincas se conserve con el fin de conservar el agua, la biodiversidad y la vida.
También plantea el doctor Bejarano: «Tan es así que el denominado decreto de licencias exprés no pudo ser expedido como se diseñó inicialmente, porque a los enceguecidos extremistas les pareció que la eficacia administrativa atentaba contra el medio ambiente«. Espero que este equivocado y no que sus intereses le indiquen que no se deben respetar los procesos de participación de las comunidades, establecidos por la ley y los acuerdos internacionales como forma de participación de la sociedad en la gestión ambiental y la dirección del desarrollo.
Sin embargo, Ramiro Bejarano cree que las posturas ambientales son anti-democráticas: «la dictadura ambiental impone el uso de la tierra sin que intervenga ninguna instancia medianamente democrática«, cuando precisamente los ambientalistas desde hace años buscamos democratizar el uso de los recursos naturales, entre las actuales y las futuras generaciones, entre pobres y ricos, entre urbanos y rurales.
Por supuesto detrás de esto hay una polémica más grande, la discusión sobre qué es el desarrollo, a quien beneficia y cómo se pueden democratizar sus beneficios reales y supuestos. Este debate necesita partir por aceptar una serie de hechos que son claves. Primero hay que entender que no todos los recursos naturales son del mismo tipo, los minerales por ejemplo tienen tasas de regeneración de millones de años que superan claramente la velocidad con la que se explotan y además generan impactos que dañan el entorno. También es importante que reconozcamos que Colombia es un país megadiverso:
La extracción de oro, por ejemplo, implica uso de agua, energía y productos peligrosos en cantidades tales que los beneficios de su explotación no pueden compensar su impacto, en especial si se hace en los páramos. El fracking para la extracción de petróleo genera tales efectos colaterales que en muchos países se ha prohibido, pero Colombia está apunto de aprobarla. La gran industria minera a la que la esposa de Bejarano ha representado según la carta de un grupo de reconocidos ambientalistas insiste en que los daños ambientales provienes de la minería artesanal e ilegal, pero las estadísticas muestras que los impactos de la gran minería genera también grandes impactos sobre los ecosistemas.
El señor Bejarano está en todo su derecho a estar en contra de las posturas de los ambientalistas, como hay quienes se oponen a otras expresiones sociales progresistas como los derechos de la mujer o los de las comunidades LGBT. Todo el mundo tiene derecho a alinearse detrás del Procurador o del uribismo en los temas en que le interese.
Lo peligroso como el mismo Bejarano ha escrito en otras columnas es que su fundamentalismo anti-ambientalista pueda ser otra justificación para que comunidades, organizaciones y personas sean perseguidas, señaladas y hasta asesinadas por fuerzas oscuras que se alían con las empresas mineras para delinquir.
El lunes de la semana pasada el doctor Bejarano denuncio ser víctima de amenazas en contra de su vida y contra la seguridad de su familia, lo cual los ambientalistas no podemos sino rechazar de manera clara y contundente.
Como respuesta a esas amenazas, Bejarano vuelve este domingo en su columna a cargar contra los ambientalistas. Parte diciendo que el hecho que su esposa sea abogada minera no le impide hablar de medio ambiente. La carta de los ambientalistas en ningún momento dijo que no podía hablar de ese tema, lo que tenía era que ser transparente y declarar desde donde habla.
No veo ningún problema en el hecho que el señor Bejarano dé sus opiniones sobre temas ambientales, me duele un poco porque lo creía más progresista, pero está en todo su derecho de tener las opiniones que tenga. Entiendo que se sienta muy molesto por las agresiones que le hicieron, pero creo que es muy peligroso que ponga en el mismo saco las críticas que le hace Manuel Rodríguez, la carta de Luis Álvaro Pardo, Julio Fierro, Rodrigo Negrete, Fernando Vargas, Mauricio Cabrera y Guillermo Rudas a quienes acusa en en un tuit de «gavilleros inmorales«, y los descalifica porque han tenido contratos con la Contraloría General de la Nación desde donde han hecho un muy buen trabajo. El hecho de haber trabajado bajo la administración de la anterior jefe de esta institución, Sandra Morelli, no les hace cómplices de sus presuntos delitos, ni de su huida.
Quien haya amenazado a Bejarano, situación que insisto en censurar, termina haciéndole un favor, porque él usa esa amenaza para descalificar las críticas a su opinión, las divergencias de su punto de vista y, le mejor estilo uribista, descalificar las calidades morales de quienes no están de acuerdo con él.