Mejor malo conocido, que bueno por conocer

Contra los pronósticos de las encuestas, los resultados de los debates y las movidas en la Internet, Juan Manuel Santos ha salido ganador de la primera vuelta, aun no es presidente, pero está muy cerca de llegar a serlo. El 20 de junio disputará la segunda vuelta con Antanas Mockus quien desde hoy empezó a buscar alianzas con otras fuerzas políticas. Algunas reflexiones muy esquematizadas y «en caliente» sobre la jornada electoral.

Echando números

El boletín No. 49 de la Resgistraduría Nacional del Estado Civil señala que votaron el 49,24% de los potenciales electores, eso quiere decir que la abstención permanece aun por encima de la mitad de los votantes y es la gran ganadora, como de costumbre.

Sin embargo votaron al menos 2 millones más de personas que en 2006. Juan Manuel Santos el candidato del oficialista Partido de la U, saca al menos 640.000 votos menos que Álvaro Uribe en las elecciones de 2006 y aunque es el claro ganador de la jornada no tiene la votación aplastante de Uribe hace cuatro años, lo que obliga a que haya elecciones de segunda vuelta el 20 de junio. Antanas Mockus que pasa también a segunda vuelta tiene un total de 3.120.716 votos, un poco más de medio millón de votos de adicionales a los que lograra Carlos Gaviria Díaz, principal opositor de Uribe en 2006 (Fuente: Wikipedia, elecciones 2002 y 2006).

Las elecciones que en enero parecían destinadas a la validación de otros cuatro años de Uribe en el poder se convirtieron en los últimos meses en un espacio esperanzador de quienes, hartos de los abusos de Uribe buscaban alternativas a su gobierno. La Ola Verde (o mejor #olaverde como se le conoció en Internet) marcó un cambio fundamental en el pronóstico y llenó de esperanzas a muchas personas que querían entrar en una era de posuribismo.

País de mierda

https://www.youtube.com/watch?v=l-5cPRSY0_8

Los resultados electorales fueron para muchos, no solo inesperados sino profundamente defraudantes, cuando los boletines de la Registraduría empezaron a mostrar que la votación de Santos era tan abrumadora, el tema (o hash como dicen los tuiteros) #paisdemierda empezó a crecer en Twitter.

Muy pocos de los emotivos votantes verdes y de otras propuestas esperaban perder y perder así a pesar que los resultados de las elecciones parlamentarias del 14 de marzo pasado habían mostrado que en el país seguía predominando una tendencia a la derecha, apoyada en la coacción armada y económica, en la maquinaria del estado en función de los candidatos del gobierno y en una sobrevaloración de los éxitos del gobierno Uribe sobre las FARC.

Los primeros acusados de la derrota verde fueron los pobres, el pueblo ignorante que se deja comprar. Yo pienso que los pobres no son brutos, simplemente son prácticos. Algunos votan por un aguardiente o un tamal, pero muchos votan porque creen que es mejor malo conocido que bueno por conocer, no se necesita mucho, ¿cuántas familias han recibido subsidios de «Familias en acción»? Con solo hacer correr el rumor que Mockus va a cerrar el programa se aseguran millones de votos. Otro ejemplo, el uribismo tiene las mayorías parlamentarias, pero también en concejos municipales, asambleas y alcaldías los funcionarios, empleados y contratistas son un mercado electoral cautivo, una maquinaria bien aceitada. Es posible que para los votantes entre los 4 millones de desplazados (que deben ser pocos) sea mejor votar por un Santos que les ofrece unos pesos y un mercadito completo (a través de programas públicos y con dinero del estado) que por un Petro por ejemplo que les ofrece recuperar sus tierras sobre unos principios muy bien fundados, pero con pocas posibilidades prácticas. En Socha, ciudad donde predominan las personas de ingresos humildes y de donde son las víctimas más conocidas de los asesinatos del ejército, ganó aplastantemente Santos.

Eso sin contar con otros los mecanismos de presión que van desde mostrar la profunda religiosidad de Santos contra el ateísmo de Mockus y lograr a través de esta estrategia un apoyo concreto al candidato oficial, pasado por la compra de votos de la cual se denunciaron muchos mecanismos, la coacción armada que impone en muchos rincones del país su ley que es, casi siempre apoyar el uribato.

El voto de opinión es un lujo de quienes desde la clase media, por encima de las grandes dificultades económicas que sufre el 60% de la población nos damos el lujo de tener acceso a Internet y libertades como poder votar por quien se nos antoje. El voto de opinión sigue siendo un pequeño margen de tal vez el 30 o 35% de la población, porque hay que tener en cuenta que hay furibistas de convicción que también votan y deberían ser considerados votos de opinión, porque la opinión equivocada también es opinión 😉

En cualquier caso la plata de la corruptela electoral y el miedo de los fusiles paramilitares no alcanzan a asegurar 6,75 millones de votos. Así que la gente que vota por «mejor malo conocido que bueno por conocer» es mucha. Somos una nación que está en la derecha y se mantiene en la derecha, ¿sera que si somos un país de mierda?

Los partidos malpartidos

En alguna reunión reciente con ambientalistas me quejé que el Partido Verde era muy poco «verde» y «muy poco partido» me recordaron mis interlocutores, y es cierto, de las nueve agrupaciones que participaron en el debate ninguna representa los intereses e ideales de grupos de la sociedad como se esperaría de un partido.

Los partidos tradicionales, momias vivientes del sistema electoral del siglo XIX son, sin embargo poderosas maquinarias burocráticas que si bien no están en capacidad (o no tienen el interés) de elegir presidente (Sanín y pardo quedaron en el fondo de los resultados), si tienen un gran poder sobre la burocracia del estado, desde el congreso (donde tienen bancadas, si no mayoritarias, sí significativas) hasta cientos de cargos y contratos en los municipios, aun en los más pequeños. De hecho llama la atención cómo Noemí Sanín en 1998 sacó 2,8 millones de votos y hoy ni siquiera alcanzó los 900 mil.

El Polo Democrático Alternativo, lo más cercano a un partido moderno que se haya creado en Colombia en los últimos tiempos, desgarrado -en mi opinión- no tanto por la diferencias ideológicas, que las hay, entre diversas facciones, como por el afán de consolidación de las burocracias de ciertos grupos (como los hermanos Moreno Rojas y el senador Dussan).

Los partidos uribistas restantes (La U, Cambio Radical, el PIN) son maquinarias organizadas para ganar votos, mantener el uribato en el poder y, en unos cuantos y notorios casos, para darle una plataforma política a la estructura mafiosa del paramilitarismo.

Y volvemos al Partido Verde, que hasta hace unos meses apenas unas pocas personas sabían que existía. Este partido con apenas los votos suficientes para no perder su personería jurídica por obra y gracia de…. ¿de qué sería? Repentinamente es hoy la segunda fuerza electoral de Colombia.

La milagrosa #olaverde hizo que Mockus pasara de ser un candidato marginal que sacó en 2002, apenas 146.583 votos contra los aplastantes 7.397.835 de Uribe que se coronó en la primera vuelta [ [Ver detalles ]].

Así partamos del supuesto que no ha habido sino buenas intenciones en la construcción de este proceso, no podemos negar que lo que existe es la #olaverde y no el Partido Verde, en los pocos meses que lleva funcionando no ha habido tiempo para consolidar un verdadero proceso de partido, pero podría ser, si sobrevive.

En 2006 el PDA era la segunda fuerza política de este país, en 2002 ya eran la tercera fuerza, hoy apenas si sobrevivió gracias al trabajo de Petro y al útil, aunque tardío apoyo del resto de la colectividad.

En 1970, la Anapo del general Rojas Pinilla fue la segunda fuerza del país, para muchos la primera, tanto que se alzaron en armas por el robo de las elecciones del 19 de abril, el cual por cierto la familia Rojas negó.

La historia reciente de Colombia muestra que ganar la segunda votación no es garantía de nada, otra historia es ganar, ganar como lo hizo Uribe, que consolidó una maquinaria política aplastante.

Mockus y el ser verde

A mediados de los ’80 Bogotá era un ciudad molesta, inhabitable, pero sobre todo una ciudad sin identidad, en los últimos 20 años los alcaldes que han gobernado la ciudad desde Jaime Castro hasta Lucho Garzón construyeron un proyecto de ciudad, y aunque hubo diferencias de estilos, de énfasis y de retóricas el proyecto de ciudad se ha mantenido. Incluso el actual alcalde a pesar de sus grandes fallas, lo mantiene.

Es un proyecto de ciudad que tiene, para mi grandes fallas, no me parece que el modelo para Bogotá deba ser Amsterdam, esperaría algo más «tropical», del otro lado creo que no se han logrado derrotar las mafias por ejemplo del transporte y al contrario han entrado a controlar Transmilenio sin tener un propuesta seria de sistema integrado. Y habría mucho más que decir, pero el tema es que el proyecto de ciudad con sus logros y sus dificultades lo construyeron en gran medida los alcaldes que hoy son parte del Partido Verde.

Antanas Mockus que repitió alcaldía en el periodo en mención es claramente uno de sus protagonistas, y creo que fue valioso su aporte en construcción de legalidad en reflexiones sobre participación y en cultura ciudadana. Muchas de las cosas que le hacen falta al país.

Lo que no me gusta de Mockus es que él cree que la ley está por encima de la justicia y no cree que se pueda controvertir la ley incluso cuando genera injusticia y eso es especialmente claro y complejo en temas económicos, así como cuando desalojó a los vendedores callejeros de Bogotá, hoy como candidato no contempla la posibilidad de corregir las injusticias de la ley.

De hecho según al revista Dinero, enfocada a los lectores del sector corporativo, los enfoques económicos de Santos y Mockus no tenían mayor diferencia. Incluso para muchos Antanas resultó siendo el cuarto candidato del Uribismo.

Por otra parte como ambientalista de corazón y de formación no deja de suscitar en mi una simpatía natural el hecho que aparezca un Partido Verde, incluso cuando llegan a él estos personajes como paracaidistas.

Es una larga historia la de mis simpatías hacia los verdes, desde principios de los años 80 cuando un profesor alemán no sabía como ponerlos en el espectro político de su país pero nos transmitía su admiración por ellos.

Sin embargo la consolidación de estos partidos y su acceso al poder no han sido todo lo que muchos hubiéramos querido. Cuando en Alemania llegaron al poder en el 98 en coalición con los socialistas sus logros no pasaron de la oposición a la guerra en Iraq, los cambios en la políticia energética fueron mínimos y no se desmanteló ninguna de las plantas nucleares germanas.

Y mi mayor decepción de los Verdes fue el años pasado cuando el Partido Verde de México empezó a promover la pena de muerte, tan escandalosa es esa postura que los demás partidos verdes echaron a los mexicanos de su organización internacional.

Sigo sintiéndome ambientalista, si quieren verde de corazón, peor más allá del girasol o del color creo que el ambientalismo es un profundo cuestionamiento al sistema del consumo y el desperdicio sobre el que se basa el capitalismo. Ser ambientalista quiere decir querer aire fresco, suelo fértil, agua clara, diversidad de vida y de cultura, pero eso no puede ser un saludo a la bandera, son necesarios profundos procesos de transformación no solo en las herramientas tecnológicas, sino en las formas de organización de la sociedad y, sobre todo en la estructura simbólica que nos rige, ese cambio es un cambio de fondo, que claro que no se conseguirá únicamente con poner a la persona ideal en la presidencia, es una profunda transformación de la cultura.

Sin embargo el Partido Verde de Colombia, está lejos de entender esos conceptos, apenas si tiene algunas formulaciones en cuestiones ambientales, algunas de ellas muy simpáticas, pero nada profundo.

«El verde es una capa que tapa todas las desnudeces», solía decir Augusto Ángel para referirse a las diversas modas ecológicas que de cuando en cuando surgen en nuestra cultura.

Vamos por la segunda vuelta

Si hoy se hubieran sumado los votos de Mockus con los de Petro y los de Pardo (en la unión verde-amarillo-roja que se pide ahora) de todos modos solo hubiera habido un 35% de los votos que no son suficientes ni para derrotar a Santos solo, mucho menos con el apoyo de otros uribistas.

El asunto es que no es solo una división por egos (que son bien grandes, de todos modos) sino que hay temas de fondo sobre la propuesta de país que se quedaron enredados en medio de los shows televisivos en especial dos: la economía y la paz.

La diferencia más grande entre Mockus y Petro radica en el interés del segundo por un modelo económico más redistributivo, un poquito de estado de bienestar, porque Petro no es, ni nunca ha sido marxista, ni siquiera socialista así que no va a querer quitar el capitalismo, pero si hacerlo un tris más humano. Mockus por su parte no parece pensar en el tema económico, no ha ofrecido nada que se salga, salvo algunos aspectos de maquillaje, del actual modelo que tiene a tantos colombianos y colombianas sin empleo, pobres y mendicantes, que genera una enorme desigualdad.

Tampoco se puede olvidar que, como lo mencionó el mismo Antanas en el último debate en CityTV, su mayor donante ha sido la familia Santodomingo, que no estará muy interesada en una política más redistributiva.

Yo voté hoy por Petro, no hice campaña porque hay cosas que no me gustan de Gustavo, me gustaba más el irreverente representante a la Cámara que no dejaban entrar al Club El Nogal hace como 12 años, que el encorbatado senador que con voz queda negocia la elección de Ordoñez en la Procuraduría.

Considero que hice lo correcto, por más simpático que me resulte Antanas y antipático Gustavo, en lo que he visto y leído con mucho juicio en los últimos tiempos considero más adecuadas las propuestas de Petro a mis principios. Y también creo que era importante darle al Polo y a Petro votos con que negociar una alianza sobre principios.

En la celebración de la campaña de Mockus salió la consigna «Minga sí, piñata no» y esa me gusta, creo que es el punto.

Una negociación verde-amarilla (bueno y roja. si es que los liberales pueden aportar algo), tiene que partir de una propuesta económica que seguramente será aun más tímida que la actual de Petro, pero que debe diferenciarse claramente de la de Santos y la aplanadora uribista…

Amanecerá y veremos

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