En la franja de Gaza, las fuerzas israelíes atacan inmisericordemente a la población civil. En Afganistán, en Iraq el Ejército imperial de los Estados Unidos reprime brutalmente a las poblaciones. En Sudán el gobierno masacra a las etnias minoritarias… y en Colombia, el ejército del gobierno, secuestra y asesina jóvenes pobres para presentar resultados optimistas de la guerra.
Dicen que hay como 30 conflictos armados abiertos en el mundo, casi nunca sabemos mucho de ellos, pero la gente muere.
Recientemente un amigo que llegó del extranjero me recordó que no es normal que las calles de las ciudades estén vigiladas por tropas militares, es algo alarmante, pero en Bogotá es normal, aunque ésta es una ciudad que prácticamente no siente ningún otro efecto de la guerra…
Bueno la verdad es que la seguridad que nos brinda a la clase media la presencia de tropas del ejército y efectivos de la policía no ha garantizado que muchos jóvenes de pobres de Bogotá y, sobre todo de la aledaña ciudad de Soacha, fueran secuestrados y luego asesinados para que el ejército colombiano los presentara sus cadáveres como «éxitos» de su accionar y mostraran la política de «seguridad democrática» (sic) eje de la acción del actual gobierno como un acierto.
Muchos en Colombia opinan que con tal de vencer a las FARC cualquier cosa vale. Si me preguntan hoy digo que las FARC se equivocaron desde el principio, hacer la revolución por la vía de las armas solo garantiza quedar endeudados con los mercaderes de la muerte y con muerte misma. Pero en los años 60s, la revolución guerrillera era la esperanza en América Latina.
Cuando comenzó la guerra de Afganistán, justificada en los ataques del 11 de septiembre, un titular de un web gringo explicaba el motivo real: «it’s oil idiot». El titular para explicar la guerra en Colombia debería ser similar: «it’s cocaine, huevón!»
La épica, desde tiempos inmemoriarales, ha intentado justificarnos la guerra y la violencia con los más sagrados motivos: la patria, dios, la familia, la democracia, el pueblo, los oprimidos… y un largo etcétera.
Cuando Aquiles, el héroe homérico, es avisado por su madre que ir a la guerra de Troya implicaría su muerte, pero al tiempo su transcendencia, mientras que permanecer en casa le podría salvar la vida pero implicaría ser olvidado en algún tiempo.
La violencia se justifica en la búsqueda de la trascendencia, de la justicia y del propio prestigio, mientras no hagamos cambios simbólicos importantes que modifiquen esos criterios la violencia y los que la ejercen siempre tendrán donde justificarse.
Este es un tema que requiere más reflexión, pero creo que si repensamos la épica y la admiración que las sociedades han construido sobre los «valientes», los «justicieros», los guerreros»será muy difícil superar la violencia…